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lunes, 28 de octubre de 2013

35.- VALENTIN

Como escribió el Koala, "se nos ha caído una viga maestra".

La casualidad ha querido que mientras él luchaba contra el bicho, yo leyera "La sonrisa etrusca", de la que os extraigo este párrafo: "¿Como puede tener fin la vida de robles y águilas (...)? Aquel hombre fue el cielo en sus alturas: huracanado, arbitrario, implacable a veces; pero también generoso, creador, benéfico.... Se aferró a la vida con abrazo de oso, la bebió a bocanadas.... ¡Y se apaga esa hoguera!" 
Pues así era él, alto como el cielo, grande y fuerte como un oso.

Tuve la suerte de conocerlo poco antes de que en su revolucionaria juventud volara del nido y atrapara palomas en los parques de Benidorm, de disfrutar de los tiempos en que inició su fructífero noviazgo y luego, de verlo mantener un negocio familiar en el que empeñó mucho tiempo.

Acaparador de motes, amante y conocedor del campo, no sabría (ni le importaba) en qué equipo jugaba Villa, pero desollaba un conejo con gran habilidad. Su peculiar oído musical no distinguía entre los Rolling y Queen, pero reconocía una tordencha en la distancia. Rudo y primitivo a veces siempre fiel defensor de su familia y amigos cuando la situación lo requería.

Mañana hace un año que inauguré este blog del cual era uno de mis más fieles seguidores y ahí permanecerán sus comentarios.
Aquí, al igual que lo hacen con los grandes de la NBA, quedará retirada su camiseta del nº 5.


Nunca nos faltarán "cofrutos" para seguir brindando por tí.

3 comentarios:

  1. VIVA VALENTIN.
    TE QUEREMOS Y TE ECHAMOS MUCHO DE MENOS.
    UN BESO Y UN ABRAZO MU GRANDE.

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  2. ETERNA PRESENCIA.

    No importa que no te tenga,
    no importa que no te vea.
    Antes te abrazaba,
    antes te miraba,
    te buscaba todo,
    te quería entero.
    Hoy ya no le pido,
    ni a manos ni a ojos,
    las últimas pruebas.
    Estar ami lado te pedía antes;
    si, junto a mi, si.
    Y me contentaba
    sentir que tus manos
    me daban tus manos,
    sentir que a mis ojos
    les daban presencia.
    Lo que ahora te pido
    es más, mucho más,
    que beso o mirada:
    es que estés más cerca
    de mi misma, dentro.
    Lo que yo te pido
    es sólo que seas
    alma de mi ánima
    sangre de mi sangre
    dentro de mis venas.
    Es que estés en mí
    como el corazón
    mío que jamás
    veré, tocaré,
    y cuyos latidos
    no se cansan nunca
    de darme mi vida
    hasta que me muera.
    Lo que yo te pido
    es que la corpórea
    pasajera ausencia
    no nos sea olvido,
    ni fuga, ni falta:
    sino que me sea
    posesión total
    del alma lejana,
    eterna presencia.

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  3. Cada uno llora la falta de un ser querido a su modo. En mi caso, echo la vista atrás y me asaltan sentimientos encontrados: de un lado la tristeza y soledad de no tenerlo entre nosotros; de otro, la alegría que aflora con su recuerdo. Es la batalla que se libra en estos casos, pero permitidme la osadía de sugerir que demos cabida a la alegría de los recuerdos: la risa franca y bonachona de nuestro amigo Valentín después de alguna de sus bravuconadas; el alarde sin límites, como buen cazador, de sus monterías; las sempiternas ocurrencias, de toda índole, en los foros telemáticos; su incansable disponibilidad para sentarnos a la mesa (el arroz con conejo, las galardonadas gachas de San Mateo, los embutidos de caza, barbacoas, patatas con costillas, calderetas, etc.); ….
    Añorando su ausencia, con la presencia de sus recuerdos, lo tendremos siempre entre nosotros.

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