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viernes, 27 de junio de 2025

128.- MI TELÉEEFONOOOO

 - ¡Digameeee!

-          -  ¿Me se escuchaaaa?

    Y así Gila podría comenzar cualquiera de sus magníficas escenas cómicas que dejaron diálogos grabados en la memoria de muchos. Él usaba el teléfono como herramienta de trabajo. Lo que no sabía es que años después todos la necesitaríamos para lo mismo y otras cosas más ociosas e incluso menos provechosas.

    Todavía mantengo mi aparato fijo en casa. No es de baquelita sino inalámbrico y no dispone de ruleta sino de botones. Sólo recibo llamadas de empresas deseosas de venderme sus productos, pero a veces lo uso con madre al otro lado. Todavía lo conservo como medida preventiva ante emergencias que colapsen la alternativa móvil, pero tras el día del apagón descubrí que tampoco sirve para eso. Puede que con el desarrollo tecnológico demos pasos para atrás. Ya no llama nadie desde Electrodomésticos Colmena para regalar una lavadora si contesto a sus preguntas. ¡Benditas bromas de compañeros que disfrutaban engañando a familiares y amigos! Aunque no todas fueron tan divertidas porque algunas retorcidas mentes ocasionaron un impacto difícil de asimilar al dar por fallecido a una persona querida. Pobre Koala, que lo quisieron enterrar antes de muerto. Si ahora las cuentas de redes sociales abiertas con pseudónimos sirven de coraza para proteger la identidad del impostor,  las cabinas de teléfono hicieron el mismo papel a finales del siglo XX. Durante el exilio estudiantil las necesitamos para contactar con la familia, la novia o el amigo.

    Además de la intuición no quedaba otro remedio que su uso para conseguir la información. Necesitabas una buena colección de monedas para mantener una charla de larga duración. Eso si con suerte habías averiguado dónde se hallaba la más moderna que no te pedía las fichas que aceptaba la ranura y, además, se encontraba libre y la cola formada en la acera no era lo bastante larga para esperar horas hasta utilizarla. Nunca aprendí a engañarlas con el famoso truco del magiclick. Sin embargo las cabinas de la calle te garantizaban la intimidad que no te permitía pasar por los cables de las centralitas. Cuando Lauro anunciaba tu nombre por los altavoces del Colegio Mayor sabías que recibirías alguna noticia. El sistema de contacto era igual que en el pueblo donde las telefonistas conectaban los cables en el orificio correcto antes de indicarte el número de la dependencia donde comenzar a hablar, siempre con cuidado porque se sospechaba que escuchaban la conversación. Se decía que disponían de más información que el cura aunque menos que Koldo o Villarejo.    


    Pese a ofrecer un servicio público durante muchos años fueron retirándolas de las calles españolas. Hasta el año pasado todavía quedaba un ejemplar en Tragacete, ¡un trofeo de esos de 12 puntas! Según me he informado se trataba de un modelo Garza, cerrada, como la de José Luis López Vázquez. Tan parecida a la malvada de la película que nuestro amigo Betis quedó atrapado una noche de verbena hasta que le rescatamos y descubrió que podía salir tirando de la puerta plegable. Deberían haberla indultado y mantenido junto al ayuntamiento como símbolo de esa zona que mencionan como “España vaciada”, aunque más bien convendría llamarla “Tesoros abandonados”.



    Ahora mirad vuestro móvil. Comprobad la hora, si tenéis alguna llamada perdida, algún mensaje de whatsapp o, en el mejor de los casos, os han hecho un bizúm. Si disponéis de cobertura todo funcionará correctamente, por lo contrario imitad a ese extraterrestre que imploraba por su teléfono y … su casa.

viernes, 9 de mayo de 2025

127.- A GUANTAZOS

Hubo una época en la que el boxeo ascendía al pódium de los deportes nacionales junto al fútbol y el ciclismo. En los no tan lejanos tiempos del güenismo sociológico lo suprimieron de las televisiones públicas junto a las corridas de toros con el objetivo de ahogarlo para siempre. Actualmente y, gracias en gran medida al empoderamiento femenino, está volviendo al auge que antaño perdió.

Siendo todavía imberbe acompañé a mi padre a algunas veladas de las que se celebraban en horario nocturno en la plaza de toros y en el polideportivo. Solo el hecho de salir de casa cuando el sol estaba ya oculto tenía un aliciente que no se podía rechazar. Aun siendo bien joven nunca me incomodaron los golpes que se repartían los púgiles. Los observaba con atención mientras escuchaba los comentarios de mi progenitor. Comprendí que podía tratarlos cual una simple técnica deportiva como lo es un revés en el tenis, un tapón en baloncesto o un sprint en atletismo. Apreciaba los crochets imaginando la maza de un superhéroe y no perdía de vista el movimiento de sus pies que demostraba la destreza de los que apuntaban a figura. Sin embargo, no tuve la suerte de estar presente en aquel momento en el que un conocido aficionado descendió de su localidad ovacionado por el público, quien sabe si presa de los efectos del alcohol o ese desparpajo que siempre le ha acompañado.

Eran los tiempos del ocaso de Urtain. De su relevo, Evangelista y del esplendor de Perico Fernández. Mi padre también me hablaba de Legrá, de Carrasco y de Velázquez. Luego vinieron Poli Diaz y Castillejo. Después, la nada. Ahora se encumbra a Tupuria en una variante moderna e incomprensible para mí. Nunca he visto un combate de esta mezcla de boxeo y lucha y dudo que lo haga, quizás tanta añoranza de lo antiguo lo aleje de mis aficiones y no llegará a despertar una expectación como la de Tyson en las madrugadas de finales de los ochenta. La bestia de Brooklyn era capaz de mantener en vela a decenas de estudiantes alojados en ese colegio mayor de Madrid del que ya os hablé en el capítulo 52 de este diario personal que comparto con vosotros para ver cuantos asaltos aguantaba su rival. 

Hace pocos días falleció Foreman. Siempre fui un admirador en su retorno a principios de los noventa de su demoledor gancho y, sobre todo, de su especial forma de defenderse a la francesa. Para los entusiastas de este deporte, vale la pena revisar el quinto asalto del combate contra Alí en Kinsasa.

https://youtu.be/55AasOJZzDE?si=K2D8FdWgiISslFz3 

Este legendario deporte estuvo a punto de besar la lona pero le salvó la campana. Las últimas medallas olímpicas pueden relanzarlo definitivamente en nuestro pais. Como os decía al principio, la mujer ha iniciado su repunte ocupando masivamente los gimnasios que imparten esta especialidad. Ocupa algún que otro minuto televisivo y se intenta lanzar al estrellato a fibrosas esforzadas españolas. Puede que todavía tengamos la oportunidad de disfrutar de una de esas veladas que nos robó algún mandatario autoritario, enemigo de la violencia, ávido de pacifismo y que terminó al frente de una importante alianza militar.    

viernes, 31 de enero de 2025

126.- JULIÁN

Parece que se trata del nombre propio típico de los nacidos en Cuenca.  Aunque en realidad no conozco tantos como las probabilidades predicen. Algún pastor metido a empresario de mi pueblo serrano. Un chaval que creció tras la barra de un bar y ofrece una oreja tostailla a los atléticos que se acercan a su local. Un personaje típico de la Cuenca ochentera metido a pinchadiscos en los pubs de moda y en alguna que otra celebración de boda. Un vecino y cliente habitual del bar Zaida. Quizás se haya cruzado alguno más en nuestras vidas, pero insisto, no hay tantos como pareciera.

Así se llama un céntrico parque que, entre sus privadas sombras nocturnas, ha presenciado los inicios sexuales entre jóvenes conquenses o ha sido testigo de los continuos trapicheos de los que con la droga negociaban.  Por contra, también ha servido de lugar de esparcimiento para niños y ancianos que  jugueteban alrededor de sus columpios o charlaban sentados frente al templete musical.  

El paso por la capital de un joven que acabó ejerciendo de obispo tras la llamada de Alfonso VIII inició esta secuela de julianistas. Terminó canonizado y apodado “El Tranquilo”.  Una cualidad que las personan no suelen poseer, y menos en estos tiempos del “todo para ahora mismo”. Envidio el sosiego y paciencia de los que la atesoran. Muy útil para conducir un coche, para jugar al mus o para cocinar. Para participar en una reunión de trabajo, esperar la atención del camarero o moldear una escultura. Tampoco conviene presumir de ella si en exceso se tiene, aunque sería conveniente repartirla a capazos entre nuestros gobernantes.


Así que, tranquilos majetes. Disfrutad de la vida alejándoos del vértigo al que nos quieren arrastrar. Tranquilos majetes, que el mundo va a su ritmo, mucho más lento que la escala que rige la existencia humana. Tranquilo majete, que esta canción ya la escribió los Celtas Cortos hace la friolera de treinta años y parece que no hayamos cambiado mucho desde entonces. Porque en España continuamos con el problema del paro, el campo se va a la mierda y el poder huele a corrupción. Parece que el Amazonas tiene sus días contados y continúa aumentando la polución. Estudiar vale para poco si buscas colocación. Y, ¡gran novedad!, para alquilar una casa tienes que empeñar un riñón. Tranquilo, no te pongas nervioso, tranquilo. Tranquilo majete en tu sillón.