Hubo una época en la que el boxeo ascendía al pódium de los deportes nacionales junto al fútbol y el ciclismo. En los no tan lejanos tiempos del güenismo sociológico lo suprimieron de las televisiones públicas junto a las corridas de toros con el objetivo de ahogarlo para siempre. Actualmente y, gracias en gran medida al empoderamiento femenino, está volviendo al auge que antaño perdió.
Siendo todavía imberbe acompañé a
mi padre a algunas veladas de las que se celebraban en horario nocturno en la
plaza de toros y en el polideportivo. Solo el hecho de salir de casa cuando el
sol estaba ya oculto tenía un aliciente que no se podía rechazar. Aun siendo
bien joven nunca me incomodaron los golpes que se repartían los púgiles. Los
observaba con atención mientras escuchaba los comentarios de mi progenitor. Comprendí
que podía tratarlos cual una simple técnica deportiva como lo es un revés en el
tenis, un tapón en baloncesto o un sprint en atletismo. Apreciaba los crochets
imaginando la maza de un superhéroe y no perdía de vista el movimiento de sus pies
que demostraba la destreza de los que apuntaban a figura. Sin embargo, no tuve
la suerte de estar presente en aquel momento en el que un conocido aficionado
descendió de su localidad ovacionado por el público, quien sabe si presa de los
efectos del alcohol o ese desparpajo que siempre le ha acompañado.
Eran los tiempos del ocaso de Urtain. De su relevo, Evangelista y del esplendor de Perico Fernández. Mi padre también me hablaba de Legrá, de Carrasco y de Velázquez. Luego vinieron Poli Diaz y Castillejo. Después, la nada. Ahora se encumbra a Tupuria en una variante moderna e incomprensible para mí. Nunca he visto un combate de esta mezcla de boxeo y lucha y dudo que lo haga, quizás tanta añoranza de lo antiguo lo aleje de mis aficiones y no llegará a despertar una expectación como la de Tyson en las madrugadas de finales de los ochenta. La bestia de Brooklyn era capaz de mantener en vela a decenas de estudiantes alojados en ese colegio mayor de Madrid del que ya os hablé en el capítulo 52 de este diario personal que comparto con vosotros para ver cuantos asaltos aguantaba su rival.
Hace pocos días falleció Foreman.
Siempre fui un admirador en su retorno a principios de los noventa de su
demoledor gancho y, sobre todo, de su especial forma de defenderse a la
francesa. Para los entusiastas de este deporte, vale la pena revisar el quinto
asalto del combate contra Alí en Kinsasa.
https://youtu.be/55AasOJZzDE?si=K2D8FdWgiISslFz3
Este legendario deporte estuvo a punto de besar la lona pero le salvó la campana. Las últimas medallas olímpicas pueden relanzarlo definitivamente en nuestro pais. Como os decía al principio, la mujer ha iniciado su repunte ocupando masivamente los gimnasios que imparten esta especialidad. Ocupa algún que otro minuto televisivo y se intenta lanzar al estrellato a fibrosas esforzadas españolas. Puede que todavía tengamos la oportunidad de disfrutar de una de esas veladas que nos robó algún mandatario autoritario, enemigo de la violencia, ávido de pacifismo y que terminó al frente de una importante alianza militar.