domingo, 8 de octubre de 2023

122.- EL SUCESOR DE NARANJITO

Año 2030. Rueda el balón. Todavía no sabemos sobre el césped de qué campo ni con qué mascota animando en la grada. Quizás una “Olivita” (por eso de la igualdad de género), con o sin anchoa (por aquello de la diversidad).

Ya no se interpretará como un espectáculo en el que veintidós tíos en calzoncillos le dan patadas a un balón. Por entonces será considerado un deporte superchulo en el que las chicas de la “roja”, muy féminas, consiguieron el campeonato del mundo y habrá que respetarlas, porque ellas golpean el balón con una delicadeza tal que no puede considerase patada y además no juegan en bragas.

Ironía o certeza. Depende de quien lo interprete o el sexo que lo lea. Lo cierto es que cuando Naranjito intentaba ser un escaparte mundial en un país en reconstrucción, en plena transición, con la movida madrileña en ebullición, con una manojo de libertades en la calle, el fútbol era sólo de hombres y para hombres, tedioso y odioso para el sexo opuesto, al que calificaban con el de los “22 en calzoncillos”. Yo recuerdo aquel mundial como el de una selección de Brasil que me dejaba boquiabierto cuando Sócrates tocaba el balón, Zico lo acariciaba o Eder lo golpeaba. Esa misma que fue eliminada por la campeona, la que en su partido contra Argentina le hizo más de veinte faltas a Maradona  y ¡sólo recibieron dos tarjetas amarillas!


Por entonces nadie se preocupaba de lo que nos apretaban los pantalones, de si nuestra tierna piel aguantaría los roces con la arena o la piedra de los campos donde jugábamos, de si el agua salía a la temperatura adecuada para quitarnos el barro, de si en los vestuarios había asientos y espacio para todos. ¿Necesitábamos una escena subida de tono captada por el fotógrafo del diario local para conseguir subsanar esas deficiencias? 

Ahora se reparte el porcentaje de sexo en las gradas. El trío arbitral está compuesto por un equipo mixto de personas. Hay comentaristas femeninas detrás de los micrófonos o a pie de campo entrevistando jugadores (qué tiempos con Mª Carmen Izquierdo como pionera). Pero todavía tenemos que estar escuchando lo machista que es este deporte. Hace poco se ha celebrado un mundial en un país que no respeta a las mujeres, pero dispone del dinero suficiente para comprar toda el agua del mundo. ¿Poderoso don dinero que acalla las bocas con pintalabios?

Esperemos que dentro de siete años, cuando salten al campo Pedri, Viega, Sancet y demás seleccionados, tengan mejor destino que cuando Arconada, Camacho o Satrústegui sólo ganaron un partido de los cinco que jugaron. Eso sí, con los calzones bien ajustados, la camiseta por dentro y las  medias con las franjas rojigualdas.

domingo, 16 de julio de 2023

121.- MARCIANITOS

Quien llevaba en el bolsillo una moneda de cinco duros tenía asegurado el disfrute de unos minutos de ocio emocionantes, que, con suerte y algo de habilidad, podían convertirse en horas. Conforme caía la moneda por la ranura comenzaba a iluminarse la pantalla y a escucharse los sonidos inconfundibles de la Pinboll. “Bronco” era mi preferida. Colocada en una esquina del originario bar La Amistad me sedujo antes que cualquier jovencita. Cierto es que nunca se me dio demasiado bien. Para mejorar mi destreza tenía de maestros a dos hermanos rubios hábiles con los mandos y el uso del golpeo lateral. Tan sutiles que no provocaban falta y el consiguiente bloqueo de la partida. 




El desaparecido bar Alaska y el Tonibel también ofertaban máquinas atractivas que provocaban la parada obligada en el itinerario desde el instituto. Tras mudarse a la zona del Zaida, el Amistad se instaló junto a los recreativos que incorporaron las primeras máquinas de marcianitos, "El Carrusel". ¡Qué difícil era superar el record! Pero ahí llegaba Nacho y lo conseguía. La máquina de Alien atraía a la chavalería alrededor de tan prodigiosos jugadores. 

El Comecocos supuso una nueva revolución. La simpleza de la dinámica del juego se complicaba en la pericia para su resolución motivada por el incremento de la velocidad en las persecuciones. Ahí el Pepi era un maestro, el azote de los fantasmitos de colores del Fedi. 




Luego vinieron juegos similares instalados en nuestros propios móviles. Gratuitos y sin tener que desplazarte al local donde encontrar a los amigos. Primero “La serpiente” y luego el Tetris nos tenían ocupados mirando la pantalla. 

En fin, que la juventud ha pasado de estar apoyada calentado esquinas de las mesas de billar del Sastre observando carambolas imposibles a buscar experiencias de riesgo al aire libre, lanzándose en tirolina para cruzar la hoz del Huecar o subir la adrenalina en futuros espacios denominados como un toro del color del césped. Eso sí, reduciendo el tiempo de disfrute y multiplicando la inversión en miles de pesetas.

domingo, 23 de abril de 2023

120.- ABRÁZAME

Quiero hablaros de emociones. Pero no de todas. Puede que en otro momento recordemos situaciones que nos causaron miedo, asco o sorpresa y quizás, en otras, la ira a o la frustración se apoderaran de nosotros.

Sin embargo términos tan opuestos como alegría y tristeza logran manifestarse del mismo modo y éste no es otro que con la lágrima. Día tras día buscamos la primera y en ocasiones nos sacude la segunda. Ayer mismo noté como me palpitaba el pecho a la vez que se contraía la laringe empujándola hacia arriba, originando el conocido nudo en la garganta, e inmediatamente se me humedecieron los ojos. Una madre recogiendo en brazos a su hijo con el que cruzar la meta tras finalizar un recorrido rompepiernas fue el motivo. Su hazaña no se registrará en los libros de records, pues realizó los cincuenta kilómetros en un tiempo de doce horas, pero la ilusión con la que llegaba, agotada pero pletórica, derrochaba inmensa alegría en un cuerpo nada atlético y fuera de cualquier estándar de belleza actual. Frente a mi descubrí que no era el único que sentía esa impresión. El resto de público también permanecía de pie emocionado. Minutos antes ya había rebasado la línea un grupo de gente que, relevándose, habían conseguido llegar empujando varios carritos que portaban personas a las que la naturaleza no les trató como a los demás. Se abrazaron entre ellos y gritaban y aplaudían de júbilo. La corredora anterior solo tenía a su hijo a quien apretar contra su pecho. Hubiera saltado la valla para ofrecerle un achuchón.

Se trata de una manifestación humana de gran calibre, sobre todo en estos tiempos en los que cualquier gesto absurdo y “viral” se convierte en referente para un amplio grupo de seguidores incapaces de encontrar el sentido de la vida, el compañerismo, la amistad y la familia. ¿No es así, “bro”? 

Personalmente me causa gran placer observar un paso de semana santa al compás de una marcha procesional por el casco viejo de mi ciudad, abrazarme a un amigo para celebrar un gol o un triunfo de mi equipo favorito, o escuchar cómo el viento se desplaza entre las hojas de los majuelos en un paseo junto al río. Supongo que a mis amigos les pasará cuando alcancen la cima de un pico montañoso, o cuando el público les aplauda desde su butaca al finalizar la actuación, o cuando comprueben que sus hijos han conseguido los desafíos anhelados, o tal vez cuando su mascota se les acerque en señal de ternura. 




Afortunadamente el número de ocasiones con las que he vibrado de ese modo han sido superiores a las que el llanto ha surgido por todo lo contrario. El sofoco provocado por una mala noticia es incluso muy superior al registrado en el momento de la alegría. Todos sabemos de lo que hablo. Lo hemos sufrido, y en ocasiones, juntos. Y aunque ese dolor y tristeza nos abata, hemos podido sobrellevarlo gracias a un abrazo, un beso o una mirada. 

Tenemos que abrazarnos más. Conseguiremos liberar tensiones y mejorar el estado de los que nos rodean.

lunes, 20 de febrero de 2023

119.- ME GUSTA EL CINE. LOS CINES, NO

Me gusta. Lo disfruto mucho cuando es bueno, y lo soporto cuando lo es menos. Pocas películas, auténticos pestiños, hicieron salirme de una sala de cine. No se me olvida “La esfinge”.

Ya en el capítulo 66 de éste blog hablaba algo de ello (https://asturislandia.blogspot.com/2015/04/66-mis-cines.html?m=0) pero hoy tocaremos otra visión de este tema.

El salón de mi casa ha venido a sustituir a la “industria del sacacuartos”, a esos locales que destinan más metros cuadrados a la barra del bar que a las butacas. Un espacio donde se reúnen los clientes para acaparar cartones con palomitas, bolsas de patatas e inmensos recipientes que albergan refresco y para los que se necesita una pajita kilométrica si quieres beber hasta el fondo. 

La gala de los Goya es el escaparate del cine español. De parte de él. Cierto es que, tras pasar por las comedias de Ozores y las incontables historias basadas en un bando de la desdichada Guerra Civil, hemos conseguido crear buenas películas. Y allí, en mi casa, las disfruto sin dejarles ni un solo leuro en sus arcas. Por mucho que insistan en ir al cine no iré hasta que prohíban entrar con comida a la sala, o las limiten a la emisión de una película de la saga Marvel.

¿Qué en nuestros tiempos también se consumía regaliz o caramelos Sugus? Puede ser, incluso bollería comprada en la pastelería cercana, pero no generaba el molesto ruido de las bolsas de snacks o las uñas rascando el fondo de las palomitas. Pero ante todo, una cuestión básica y diferencial: no teníamos un móvil en la mano, deslumbrando a los de la fila de atrás y generando un sonido cada vez que algún estúpido escribe y recibe un mensaje.




De vez en cuando visito la Filmoteca Regional. Menos de lo que quisiera. Además de ofrecer una cartelera atractiva en cualquier época del año, dispone de una sala grande como las de antes. La oportunidad de ver películas que visioné en la tele con actores ya fallecidos es más que motivo suficiente. Días previos a Semana Santa asistí para ver “Jesucristo Superstar”. Con un público de amplio rango de edad, callado y expectante, hasta que uno de mi fila se levantó a bailar mientras cantaba Herodes. Seguro que nuestro amigo LuisCar hubiera hecho lo mismo. Está compuesta y filmada para él. Os dejo la escena por aquí (https://youtu.be/NEmScsUkbo4).

He consultado sus próximas proyecciones. Imagino que alguna os sonará: “Pánico en el Transiberiano”, “El Crack”, “El Sueño Eterno” y … “Holocausto Canibal”. Al menos uno de los Alegría volvería a pagar por verla.


En fin, que echo de menos ir al cine. Pero no a estos. Lo único que han mejorado, y mucho, son las butacas. Hemos pasado de cambiar de posición para aligerar posaderas, a repachingarnos y estirar las piernas sin tener que empinarnos para esquivar la almendra del de alante. 


domingo, 8 de enero de 2023

118. GESTOS DE CARTÓN PIEDRA


¿Qué día internacional toca hoy? Este mes se celebran, entre otros, el del "agradecimiento", el de "la lucha contra la depresión" y el de "las cerezas cubiertas de chocolate". ¿Sorprendidos? Pues todavía nos quedan el de "besar a un pelirrojo" o el de "la ardilla". 

Cualquier motivo es bueno para diseñar un lazo de color, preparar un gesto, o corear un eslogan. Siempre existirá alguien, repanchingado en el sillón de la república de su propia casa que piense, y luego escriba: “Pulgares si, meñiques no”.  Días después, en otro rincón del planeta, otro ciudadano (o ciudadana), hará lo mismo: “Menos curvas y más rectas”.

Se han banalizado tanto los problemas que cualquier nimiedad debe parecer importante. Atónito estoy ante la avalancha de estúpidos que vierten adhesivo en sus manos para pegarse a una obra de arte. El motivo, un grado centígrado más en el planeta.

La plaga reivindicachorra llega hasta la participación de los actores en sus galas de premiados, la celebración de un gol, la inauguración de la feria del libro o la  coronación de un ochomil.  Nadie escapa al virus. Todo se resuelve con una batucada o un desnudo integral. Con un corte de pelo o una figura creada con las manos. Es necesario editar un catálogo de símbolos para que la gente pueda interpretar correctamente la demanda a la que se refieren para así poder postularnos en el camino adecuado.

Es evidente que no por repetir tanto una frase se consigue solucionar el objeto de la misma. Recordemos las campañas  “OTAN no”, “Drogas NO”, “Nucleares no” o “NO a la guerra” y después atendamos los diez primeros minutos del telediario. También comprobaremos que se ha sustituido el uranio por las granjas porcinas, las drogas por lo no vegetal y las armas por el gasoil.  


El analfabetismo vale mil veces más que la censura. Todo el arte de los escritores radicales se estrella contra el hombre del campo, hombre sano de cuerpo y de inteligencia, que no sabe leer ni lo necesita para trabajar las tierras de su señor y para darles el voto a los candidatos del orden.” Hace más de cien años que Julio Camba hizo esta reflexión y que yo, rana viajera en el siglo XXI, he comprobado en mis retiros al pueblo y reafirmo cada día.

¡Paremos ya esta fábrica de “gestos” insulsos!  No nos mires, únete. ¡Sí se puede!

 

viernes, 12 de agosto de 2022

117.- KIT ACAMPADAS

Desde hace años se ha incrementado la pasión por conocer la naturaleza y tras el maldito confinamiento provocado por la pandemia, más todavía.

Mucho urbanita ha descubierto que existen ríos limpios, paisajes como los fondos de pantalla de su PC, animales silvestres que no necesitan protección, sonidos melódicos no extridentes además de olores frescos y aromáticos. Nosotros convivíamos con todo ello, sin valorarlo como lo merecía. 

Bajo cualquier inclemencia meteorológica nos trasladábamos como podíamos hasta el monte. A dedo, en coches "prestados" o en la furgoneta que nos dejaba en las Majadas. De ahí caminábamos por asfaltos parcheados sin pintar, o por caminos de zahorra decorados por restos que el ganado depositaban a su paso. Sobre nuestras espaldas cargábamos mochilas repletas de enseres y productos nada seleccionados. Nuestros cuerpos cubiertos de ropa y atuendos de lo más variopinto.

He intentado resumir, en un primera entrega, unos cuadros comparativos estos elementos que nos acompañaban en aquellas jornadas bajo las estrellas. 


Seguiremos en otro capítulo con accesorios menores, comidas o bebidas. Admito sugerencias.


sábado, 23 de julio de 2022

116.- NIÑOS DEL FUTURO

 

En la piscina, un niño se acerca corriendo hacia el socorrista levantando los brazos. Tendrá cinco o seis años. Como era de esperar, llama su atención y la de los bañistas cercanos. Al ponerse a su lado le dice sofocado: “¡socorrista, socorrista, hay un niño comiendo!”. Una leve sonrisa acompañada de un leve movimiento de cabeza le sirve de respuesta al del bañador rojo. A continuación, el chiquillo señala en dirección a unos setos que hay tras unas hamacas vacías. Un par de segundos después asoma la cabeza de un niño de la misma edad, de raza negra, con gafas de pasta azules y unos rizos imposibles, chupando una piruleta. Mientras tanto, el delator grita “ahí, ahí”. El infractor, sorprendido y descubierto, contesta: “me la ha dado él”.
Han pasado varios días y todavía me río recordando la escena. Tres actores en juego con tres personalidades distintas. La experiencia frente a la inocencia. La picardía contra la vergüenza. La verdad contra la mentira. 

Es lo que la vivimos día a día. El chaval acusador se amparaba en la norma, en ese cartel colocado junto a las duchas que dice “prohibido comer y beber en el recinto”. Lo que él escondía era su complicidad en el acto. Tras ser desenmascarado por su compañero y amigo (y quizás, rival tras su traición) fue absuelto por el juez de la piscina, con lo que volvieron a jugar como si no hubiera ocurrido nada. 

Cuando la piscina es la escena política, un rascacielos empresarial, o un plató de televisión, podremos identificar a estos personajes con nombres y apellidos. 



La anécdota es divertida, además de cierta, pero durante días pienso si ese niño se afiliará a unas jóvenes generaciones de algún partido y marcará el devenir de nuestra jubilación. Camino lleva. Valores políticos no le faltan, pero espero que al menos le dé por ser programador de sistemas operativos. 

Y sí, el chico era negro, como podía haber sido rubio o con pecas. Y llevaba gafas, como podría haber lucido algún pendiente. Y además era niño, aunque podría haber sido niña o niñe.

jueves, 19 de mayo de 2022

115 - TE

Algunas tardes de verano nos acercábamos desde el pueblo hasta las fuentes más próximas a merendar. Mi padre conocía bien el terreno, y antes de comernos la tortilla y los bocadillos de jamón buscábamos té en las zonas húmedas o entre las rocas. Té de río, de menta y de risca. Ya no queda tanto como había por entonces. Y no será porque la gente se lo lleva, porque la mayoría ni lo conoce.





Pero no os voy a hablar de ese “té”, sino de la “te” como letra del alfabeto. “T” de test, de tuit o de titular. En un mensaje de móvil recibí esta información: “el castellano tiene casi trescientas mil palabras. El Quijote contiene más de veintidós mil. Un profesional español utiliza unas tres mil. Los jóvenes del siglo XXI se comunican con apenas trescientas y, eso sí, con otros treinta emoticonos”. Hace bien poco lo pude comprobar cuando mi hija se mofó de mí porque escribía con palabras completas y colocaba el punto y final al terminar mis frases en guasap. 

Test. Quién sabe si estos formularios, tan celebrados en exámenes pioneros de nuestra época, mermaron nuestra capacidad de expresión. Las contestaciones escuetas o aleatorias nos podían catapultar a otro nivel de escolarización. De este modo comenzábamos a modificar nuestras técnicas de estudio y esquematizar los contenidos a asimilar. El Sumerio era muy aficionado a esos guiones-esquemas. 

Titular. El arte de concentrar una noticia se plasma en una sola frase o palabra para que llame nuestra atención, y no es sencillo de conseguir. Lo que antes usaban los periodistas ahora lo fomenta cualquier persona pública, pero ya en esta fase asumimos que los comentarios de texto han decaído tanto como el hábitat del té de río. Una receta de fabada asturiana me cayó en la selectividad como comentario de texto para analizar y desarrollar. Ahora se podría contestar: “Lo siento, no puedo. Soy vegetariano”. Y aquí avanzamos un escalón más hacia los mensajes polémicos en redes sociales. 

Tweet = tuit. Parece paradójico que un texto se rija mediante cifras. La limitación de caracteres, osea, el conteo de letras, es el criterio para poder expresar una idea, argumento o defensa. Este campo de batalla lo tenemos perdido frente a los jóvenes. Ellos están más preparados para contestar, insultar y desprestigiar al oponente. Incluso los políticos buscan ese ansiado titular mediante frases tweet. Cantamañanas que buscan notoriedad poniendo en práctica su falta de educación son los, además, los más conocidos. No imagino a Fraga tuiteando. Es más, tendría imposible finalizar su exposición en tan solo un centenar de letras. Vamos, ni a Coronardi tampoco.




Platero es feo y débil como yo”. Así empezaba mi compañero de pupitre el comentario de texto que nos mandó como tarea nuestra profesora de literatura, tía de un conocido llamado Pitiu. Podría resultar un tuit perfecto, pero era el comienzo del desarrollo que “Triaquis” había decidido utilizar para dar su opinión sobre la vida y muerte del pollino del afamado escritor. 
Sí. Yo sé que, a la caída de la tarde, cuando, entre las oropéndolas y los azahares, llego, lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla tu muerte, tú, Platero, feliz en tu prado de rosas eternas, me verás detenerme ante los lirios amarillos que ha brotado tu descompuesto corazón.” Trescientos dos caracteres. Las restrictivas normas de la aplicación del pajarito azul no nos dejarían disfrutar de este fragmento tan bello con la que finaliza el libro. 

Pdta: os dejo un enlace para ampliar información acerca de nuestro té: https://www.purasierra.com

domingo, 27 de marzo de 2022

114.- LA MEMORIA

 

Hace unos días mi teléfono móvil sufrió un accidente que le dejó en coma. Sin él, perdí contactos, fotos, datos y, entonces, me di cuenta de que también había perdido memoria, pero de la mía. Una lástima, porque en una libreta guardaba anotaciones de nuevos temas que me permitirían continuar alimentando este blog. Apenas me acuerdo de dos o tres de ellos, así que deberé escudriñar entre el laberinto de mis neuronas hasta encontrar alguno más. Desgraciadamente, la facilidad de acceso a la información está mermando nuestras posibilidades funcionales. 

Mientras uno va sumando años se va dando cuenta del proceso de desgaste natural de nuestro cuerpo. Primero, la vista. Luego las articulaciones. Después … cada cual verá su propia evolución, pero la pérdida de memoria casi no se nota, va gota a gota. ¡Qué sabio consejo el de D. Francisco al insistir en anotarlo todo en un cuadernillo o agenda de bolsillo! Durante más de treinta años le desobedecí (bueno, confieso que alguna tontería que otra he ido apuntando, je je je). Todavía lo hago, pero voy a tener que echar mano de algún recurso para controlar esos deslices. Quizás imite a un amigo mío que utiliza parte de su mano para “tatuarse” con bolígrafo esos nombres, números o datos que no desea olvidar. 

Mi hija me pregunta regularmente sobre eventos en mi juventud. Acaba de cumplir la mayoría de edad y, en su afán de comparar si lo que está viviendo es similar a lo disfrutado en nuestra adolescencia, he descubierto que muchas de las primeras situaciones de la vida se me han borrado. ¿Alguno de vosotros sabe dónde o con quién se tomó su primera cerveza? ¿Era de noche el momento en el que os dieron el primer beso? ¿Estabais nerviosos la tarde que os pusisteis la túnica para sacar el primer banzo? ¿Llovía el día que os examinasteis del carnet de conducir? ¿Cuál fue la primera película que viste en el cine?

El cerebro es tan caprichoso que en ocasiones nos saca de su baúl detalles estúpidos o intrascendentes que ocurrieron hace décadas. Anécdotas que, a base de contarlas y recrearlas, se han anclado en algún lugar de la cabeza y se mantienen ahí esperando a salir de nuevo al ruedo. 

Un joven indio consigue ganar un concurso millonario en una película gracias a que muchas de las respuestas las vivió personalmente en su infancia. Podía sucedernos a nosotros también. ¿Quién presentaba junto a Ana Obregón y Pedro Ruiz el programa que dirigía este último? ¿En qué año se celebró el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN? ¿Quién metió dos goles en la prórroga el día que el Real Madrid remontó al Inter de Milán un 3-1? ¿Cómo se llamaba la vaca “domesticada” que corría las calles de Cuenca en San Mateo? ¿En qué recinto apuñalaron a un chaval en un concierto de Scorpions en Madrid? Y ya, para los premios gordos: ¿En qué año se realizó la última restauración de La Anunciación de Fra Angélico? ¿Quién dirigió la película Malaventura? ¿Qué novela de Manuel Moyano quedó finalista del Premio Herralde? 

Preguntas que podría contestar quien ha estado con Coll en un camerino de televisión, se ha manifestado en un mitin de Felipe González, ha disfrutado viendo a Santillana correr celebrando goles perseguido por Juanito o Camacho, ha corrido delante de la vaca Marisol, ha tarareado el Still loving you en el campo del Vallecas, ha visto como retocaban el pan de oro de la Virgen María en el Museo del Prado, ha participado como figurante en la película de Gutiérrez Aragón o ha saludado a su autor en la presentación del libro del Imperio de Yegorov.



Aprovecharé mis paseos para abrir la trampilla de los recuerdos a ver si cae algún asunto perdido. Muchos de ellos emergían al mismo tiempo que caminaba escuchando música. Anoto: “fuentes, bares (El Perú, el Pelusa,…), las canadienses, los oficios artesanales” … Espero que conforme vaya desarrollando temas regresen a mi memoria los que se perdieron en el fondo de un wáter químico colocado en una parcela de la huerta murciana.

jueves, 13 de enero de 2022

113.- ESCALERAS

En la ciudad donde vivo es difícil encontrarse con algún tramo. No así en la que me vio nacer. Allí las hay por cualquier barrio. 

Mis primeros pasos se gestaron en las inmediaciones de las del Hospital de Santiago. Por ellas ascendía al colegio que me enseñó a leer y conocí a mi primer gran amigo (si, ese que de pequeño me tiró al pilón helado de la fuente de colores y ahora me prepara excelentes guisos en su casa mientras vemos perder a su equipo). Yo vivía en una casa lindera a esa escalinata cuya configuración permitía que la subida fuera más llevadera, ya que estaba dividida en tres sectores. Uno de ellos, el central, sobre el refugio construido durante la guerra, algo más ancho que los que tenía a ambos lados. De este modo se disfrutaba de, al menos, seis descansillos en los que recuperar el aliento. Los peldaños de la de mi edificio eran de madera, de esos que al pisar crujen como los camarotes de los piratas. La baranda suavizada por el desgaste del uso manual era ideal para bajar cabalgando sobre ella, aunque mis padres solo me dejaran hacerlo en el tramo final que llegaba hasta el portal. 



Pero como decía al inicio, Cuenca está repleta de escaleras que suben. A la Plaza Mayor, a los Moralejos, a los Tiradores o a la Paz. Sin embargo hay otras que bajan. A las Angustias, a las Quinientas o al polideportivo. En el primer grupo destacan las “del Gallo”. Casi siempre señalan el preludio de una jornada de alegría o diversión. Bien para disfrutar de alguna reunión de amigos, para sentir los sonidos que transmite la Semana Santa o para buscar un hueco donde tomar un botellín entre la muchedumbre que huye de la vaca enmaromada. Del segundo, recuerdo el barro que acumulaban las suelas de las zapatillas que bajaban a realizar deporte o a entretenerse viéndolo practicar por otros. No sé por qué, pero siempre las asocio a un firme mojado. Quizás húmedo por la cercanía al río, por la sombra de los pinos replantados o porque así se ha almacenado mi memoria.

En tantas ocasiones hemos tenido que disponer de ellas que, ya de chiquillos, se adquirían habilidades para bajarlas, resbalando de tal manera que no existía transición entre un escalón y otro, como si lleváramos un monopatín incorporado en la planta de los pies. De eso deben saber mucho las del instituto Alfonso VIII, tanto las interiores, como las exteriores. ¡Así tenían los cantos, redondeados de tanto roce!

Los hippies y punkies se disputaron cronológicamente parcelas de la escalinata de la Catedral, que también se afianzaron como zona de confort de los jóvenes de los setenta y los ochenta. La piedra que reviste su piso acunaba las primeras litronas que aparecieron por la ciudad. 

Pero la capital del reino tampoco es ajena a este elemento arquitectónico, aunque su mecanización facilita mucho el descanso de las piernas. Aun así recuerdo tramos eternos de bajada al metro que más bien parecía el descenso a los infiernos. Si el tiempo apremiaba, el mecanismo automático era sustituido por el muscular y, ahí, los conquenses ya contábamos con ventaja. Tanta tenemos que todavía esperamos con paciencia que nos instalen las prometidas eternamente en alguna zona del casco viejo. (Ya lo comenté hace años: http://asturislandia.blogspot.com/2013/01/escaleras-al-cielo.html)


Hace algo más de un año sufrí una caída por el hueco de las de mi casa del pueblo. La suerte o el arcángel Miguel se aliaron conmigo y afortunadamente aquí os estoy contando estas historietas. Desconozco si el vecino de otro amigo mío todavía puede escuchar el sonido del tren después del susto que le sorprendió cuando bajaba de su casa hace más de treinta años, o cogió un escalera al cielo.