jueves, 7 de marzo de 2019

95.-LAS DESPEDIDAS

¡A mi edad! ¿Vestido con un tutú y guirnaldas por el cuello?
Otra de las desgracias del siglo XXI. Convertir una despedida de soltero en una fiesta de novatadas. ¡Ahora que están tan mal vistas!

Con la vista puesta en la despedida de un futuro casado me han asaltado escenas inolvidables de nuestros tiempos mozos. Cada una de ellas distinta. En cada una, algún momento digno de recordar. Y siempre, repito siempre, disfrutando junto al novio en los instantes previos a su enlace matrimonial. En ningún caso le tiramos en puenting, le vestimos de enfermera o molestamos a los vecinos del barrio de moda. Sin camisetas ni zarandajas. Discretos, pacíficos y evitando la polémica, ¿o no?



Quizás la primera fuera la de Aldo. Inigualable. Especialmente porque fue la única donde organizamos una fiesta sin el novio. O por lo menos la comenzamos sin él. En el lugar más alejado de la urbe, de las discos y de las chicas. El más cercano al aire fresco, al olor a pino y al ambiente de berrea.

Después visitamos las fiestas patronales de Alicante, Azuqueca, Teruel y Albacete. Descubrimos lugares ocultos en Madrid, Murcia y la misma Cuenca. Comimos, bebimos y nos reímos. Sobre todo, ésto último. La risa como elemento principal de una celebración para el recuerdo. ¡Todavía me duele la mandíbula al acordarme de nuestro viaje con “El Calamares”! ¡Hasta sufrimos al ver como Hierro mandaba un balón a las nubes con Clemente en el banquillo!

No nos queda ninguna más. O por lo menos eso creo.