miércoles, 25 de marzo de 2020

100- EL CAMBIO TRAUMÁTICO


La guantá que nos ha dado la madre Tierra es antológica. Con zapatilla de tacón duro.

Mientras unos andaban adorando a una mojigata nórdica adadid del ecologismo milenial, otros (como yo) se aferraban más a teoría del primo de nuestro expresidente gallego. Quizás por mi formación profesional, o por simple cabezonería, siempre he sostenido que el planeta donde vivimos es infinitamente más poderoso que el ser humano y que en un combate cuerpo a cuerpo llevamos todas las de perder, por KO y en el primer asalto. Por eso ella se mantiene viva muchísimos millones años más que el animal más inteligente que anda sobre dos piernas. Tiene gracia que hace meses se le hiciera la guerra al plástico y hoy andemos mendigando guantes y botes de gel por doquier.

Ha bastado que un simple ser vivo, incapaz de ser visto por nuestros deficientes ojos, se haya dado un paseo por un mercado en el lejano oriente para que meses después el mundo occidental, rico, poderoso, se haya tambaleado como nunca había ocurrido antes. ¿O sí? ¡Ah, si resulta que cada cierto tiempo tenemos una pandemia que regula la población de la especie!  Así sucede con la sarna de la cabra, con el mildiu de la vid, con la mixomatosis de los conejos, …. La naturaleza es sabia y, aunque con nuestra inteligencia nos creamos superiores, andamos en desventaja. Con y sin industrialización, con y sin informática. Cuando el proceso de selección natural se pone en marcha no atiende a clases sociales, tampoco a cuentas bancarias, y por supuesto a coeficientes intelectuales. Cuando Ida murió hace cuarenta millones de años en el centro de Europa vivía en las ramas de los árboles de en un bosque tropical. Todavía alguien defenderá que las tierras alemanas no tienen primates por las emisiones de CO2.

Y tan sólo ha sacado un bofetón a pasear, porque podría ser peor. En estos días de confinamiento, por mi trabajo también he tenido que atender un episodio de lluvias con una leve inundación, un casi imperceptible terremoto y un incendio forestal provocado por un rayo. Todos ellos en nivel principiante (adaptado al lenguaje mongue de ahora). Si llega a girar un poquico más la ruleta, cientos de miles de “ciudadanos y ciudadanas” se van al hoyo, por uno u otro motivo. Nos cuentan hasta nueve en cualquier asalto.

En fin, que de niños hacíamos fila para que nos repartieran un azucarillo rosa que nos librara de la polio. Cualquiera tenía un familiar o amigo que lucía una marca en forma de anillo en la parte alta del brazo. Menos tuberculosis. Por nuestro entorno ha paseado el tétanos, la difteria y la tosferina…. Ahora, en pleno apogeo de chalaos que quieren parir en su casa y evitar las vacunas para sus hijos, andamos buscando alguna que nos salve de este caos que estamos viviendo. Espero que el bichejo se canse de procrear y nos deje tranquilos, al menos otros cien años.