sábado, 22 de abril de 2017

86.- HARVACETE

Albacete, “**** y vete”. 
Eso es lo que hice yo la primera vez que estuve allí.
Una mañana, tras larga ronda nocturna, viajé hasta la ciudad manchega para matricularme en la universidad. Así lo hice. Pasé por los aseos y me volví a Cuenca. Semanas después me trasladé para vivir durante algunos años.
Vida estudiantil en piso para estudiantes compartido con otros estudiantes. A veces divertido, otras no. Los recuerdos frescos de mi estancia en “El Santa” de Madrid me consumían.
Pero ahí estaban mis amigos de la infancia que me visitaban de vez en cuando. Acompañados o no por sus parejas, visitábamos El Quijote y el Tejares para beber resoli al compás de los Héroes del Silencio o del Último de la Fila. Curiosa combinación y bebercio a precio de saldo.
Puede que esta extraña influencia nos hiciera ver escenas tan pintorescas como cazar patos en un céntrico parque de madrugada o apretarnos en los cochecitos de la feria al son de los “Payasos del tele”.
También descubrí que a algo parecido al morteruelo le llaman ajo matadero y, sin embargo, si quieres ajo arriero tienes que pedir atascaburras. Que las cañas con caracoles en primavera están muy ricas. Disfruté de un histórico partido de ascenso a primera división  sentado junto al fallecido Gaspar Rosety viendo a jugadores de la clase de Catali, delfín Geli o Zalazar dirigidos por Benito Floro.
Trasnoché en las fiestas de San Juan y en las de septiembre. ¡Cuanto tiene todavía que aprender Cuenca de su organización! Un comando enviado desde Cuenca en autobús, escoltando al Potasio en su despedida de soltero, se convirtió una de mis últimas batallas en su recinto ferial.


El objetivo se cumplió. Quema de apuntes en la hoguera de San Juan, título a la carpeta curricular, plataforma al mundo laboral y hasta nunca.
Ahora se cumplen 25 años de la hornada que promocionamos en el 92. Las redes sociales nos han unido tras tanto tiempo y en octubre quedaremos para rememorar viejos tiempos.