viernes, 21 de agosto de 2015

72.- DARDO ARROJADIZO

Así descubrí que le llamaban los árabes (tagzalt) mientras desarrollaba un trabajo de geografía para el Sr. Cava. 
El pueblo de mis vacaciones de niñez y el favorito para las de mis hijos. Origen de mi familia y de múltiples batallas. 

LA CASA: fresca, ruda y reducto de arañas que, con cariño, conservo desde mi infancia. Sus gruesos muros me permiten dormir la siesta con manta en pleno verano. Las vetustas tuberías me han traído por la calle de la amargura toda la vida. Su "elegante" gotelé ha servido como tema de comentarios, mofas y buenos momentos tras despertares resacosos. Su orientación y altitud posibilitaba que durante los días de invierno las cervezas se mantuvieran más frescas en la ventana de la cocina que en la propia nevera. Antaño la rodeaba una zanja de desagüe que provocó escenas de lo más pintorescas a nuestro regreso de las verbenas. La afición familiar por las imágenes religiosas consiguieron decorar cualquier rincón. "Cuerpo de Cristo...." comentaban ciertos personajes cada vez que subían las escaleras. Y lo que era la estrecha cochera, ahora recién acondicionada como saloncito, le transmite paz y sosiego a mi señora esposa.





EL ENTORNO: privilegiado. Agua, monte, fauna, cielo inmaculado y, ahora, aceptable carretera. Cualquier excursión por sus alrededores es un satisfacción personal y un esfuerzo físico si te acompaña mi primo Paco. Algunos parajes nos sirvieron como parcelas para acampadas con experiencias algo molestas. Los lugareños siempre mantuvieron esa fama. Ahora se ríen de sus propios actos. 






SUS FIESTAS: antaño reconocidas en la capital conquense. Ahora menos populares. Génesis de grandes conflictos y momentos violentos. Apretados movimientos en su salón de baile servían de refugio del frío. exterior. Algunas de sus actuaciones musicales fueron gloriosas, aunque otras todavía son cuestionadas por su veracidad. A la casa del médico acudí con un amigo lesionado. Quedé inconsciente en el suelo cuando le cosían un párpado, mientras que pedía beber del porrón del que caía alcohol para lavarle la herida. ¡La juventud lo puede todo!


Este pueblo es así. Muy particular. Un pequeño reducto donde "amanece que no es poco", sobre todo en invierno.