lunes, 13 de abril de 2020

101.- ODA A LA AMISTAD

En plena cuarentena del episodio más extraño que nos ha tocado vivir alguien ha recogido el guante lanzado por mi hace unos días y me ha enviado este documento, que llama relato. Anónimo es y anónimo seguirá.


"Qué difícil resulta empezar un relato dedicado a la amistad que profesas a tus colegas. Emergen tantos sucesos, tantos momentos compartidos, episodios de toda índole y condición que se agolpan, se solapan, te llevan imperiosamente de una vivencia a otra, como si de una corriente de agua en plena inundación se tratara, y te arruinan el proyecto desde su mismísimo embrión. Pero cómo conmueve recordar la película de nuestra vida en comunión. 

Allá entre el año en que Lou Reed iniciaba su carrera en solitario y el que la Holanda de Johan Cruyff y Neskens disputó la final de un mundial de fútbol, la alineación de los astros concitó a un pequeño grupo de bisoños estudiantes en la Aneja y alumbró el germen que les acompañaría hasta nuestros días. 

Ni los más optimistas vaticinarían en aquel momento que ese alumbramiento permanecería pétreo, casi medio siglo después, como la caliza de las hoces que lo vio nacer. 

El rescate, las chapas, el gua, el chompo y el fútbol de placeta fueron consolidando ese embrión. Creció un vínculo de unión inseparable, hilos enhebrados en un imaginario telar que fueron tejiendo los valores del compañerismo, la solidaridad y la fidelidad. Ese patio de la Escuela catapultó a la más alta estima el sentido de la amistad que afloró entre ese grupo de niños.

El Ramón y Cajal resultó ser el otro gran vivero de esta singular familia. Un pequeño ejército de este otro colegio fue a nutrir el grupo, elegidos de la ciencia infusa que se sumarían a la pandilla. Y ya sería en el instituto donde se completaría el equipo, con excepcionales incorporaciones. 

Qué influyente es la selección de tus amigos. Pero me pregunto, ¿qué fuerza sobrenatural intervino en esa suerte?, ¿qué criterios son los que guian la elección de tus compañeros de viaje? Eso es algo que se escapa a mi entendimiento, pero bendita incógnita. Yo agradezco ser uno de los elegidos de ese elenco de actores en la formidable película de nuestra vida. No existe fuerza conocida o ignota capaz de quebrar el vínculo que se forjó en aquellos años. Ni el tiempo, ni la distancia, ni la ideología, ni ninguna otra condición. Qué extraña energía y qué poder entrelazó nuestras vidas. Porque la pertenencia al grupo no obedecía al deseo o el capricho del interesado. Era el propio destino quien ejercía de juez, esa fuerza sobrenatural la que ostentaba la jefatura de admisiones.

¿Y qué virtudes teníamos que reunir? Otra pregunta interesante de la que ignoro respuesta. Imagino que la sinceridad, la generosidad, la solidaridad… o simplemente ser un cachondo o un temerario … valores que, en realidad, nunca fueron puestos a prueba. Vendrían de serie. Solamente, en ocasiones extraordinarias, se exigió una vacunación previa para el ingreso.

Las propias calles de la Ciudad, en la pubertad y la adolescencia, el parque Carrero Blanco (que así se llamaba y así se ha de nombrar en este recuerdo), el pozarrón, la plaza mayor, el banco de piedra (cuánta tristeza nos trae este emplazamiento), el Chiqui, Jovi, la Paty, la Dixy, los Clásicos, el Vaya Vaya, las Tortugas, los Elefantes, la Maribel, la Repos etc., etc. Nuestros fin de año en casa de Aldo, en la del Zombie, en el Mil Ruedas …

Todos ellos fueron nuestros hogares en las distintas etapas de la juventud. Todos contribuyeron a cimentar la amistad y por ello merecen ser nombrados como parte indisoluble de este relato. 

Tengo especialmente vívido el recuerdo de mi ansiedad en la espera por salir a la calle a la hora pactada. Entonces tenía en tanta estima a cada uno de mis amigos que a cualquiera de mis familiares más directos. Hoy la única diferencia es que la estima es distinta, de otra naturaleza, pero radicada en el mismo nivel, en lo más alto. Ahora, en este miserable confinamiento, con tiempo suficiente para la reflexión, se hace más patente el valor de la amistad que se ha forjado y de la que me siento privilegiado de corresponder. Es tiempo de añorar esos tiempos imperecederos y de reconocer el valor que amerita esa red invisible que anida y enlaza nuestros corazones.

Capítulo exclusivo aparte merecen las mujeres. Tanto las originarias, integrantes desde los comienzos, que aguantaron estoicamente un entorno básicamente masculino, como las que fueron pasando a formar parte del grupo, por su condición de consortes, que han sabido adaptarse dócilmente a su idiosincrasia, manteniendo indeleble la amistad, y eso merece un agradecimiento eterno y sin reservas. 

Pero no todo ha pintado del color de rosa. Episodios negros los ha habido, claro. Sería utópico un idilio incólume de cincuenta años de vida, pero hay que reconocer que siempre fueron anodinos y con final feliz, otro ejemplo de la fuerza de esa amistad que atesora este equipo. Sin embargo, los momentos más duros de nuestra existencia han sido las cuatro dentelladas con que nos ha mordido el destino. Cuatro furiosos aguijonazos al centro del corazón. Son las pérdidas de cuatro seres queridos que diezmaron moral y numéricamente el grupo. Son los momentos oscuros y dramáticos de nuestra vida, pero que forman parte también de nuestra historia. A los cuatro honramos y siempre que hay oportunidad son los protagonistas de brindis espontáneos que nacen desde lo más profundo del corazón.

Ahora, en la madurez, aun cuando el contacto diario se alejó por mor de las vicisitudes personales de cada uno, disfrutamos de reuniones periódicas que mantienen intacta nuestra amistad. Las cenas de fin de año en navidades, los encuentros en semana santa, las jornadas del jamón, el recién estrenado día del solsticio, o los vinos de comienzo de año ancá Andrés. Son citas a las que acudimos fieles como lo hacen el rojo y el ocre en la hoz de Palomera cada otoño. Todos ellos constituyen el ejemplo de que sigue viva esa esencia. 

Concluyo este panegírico expresando mi orgullo de pertenecer a este grupo de chalados (obsérvese que no incluyo el término chaladas, aunque también me refiero a ellas, debido a mi pertinaz defensa del buen lenguaje), tan unido y tan distante, y de su continuidad en el tiempo, a pesar de las circunstancias especiales de cada momento y de los efectos que hayan podido ocasionar a lo largo de nuestra historia, porque busco y no encuentro nada parecido."


Anónimo del siglo XXI