miércoles, 17 de diciembre de 2014

61.- NOS DIERON LAS UVAS

Nos dieron la una. Y las dos. Y las tres. Las cuatro, las cinco y las seis…. En distintos lugares, pero con la misma ilusión: disfrutar durante toda la noche. Sin promesas ni deseos de cara al futuro. Diez o doce horas a todo tren. Sin freno de mano. Desde el pequeño y modesto guateque de la cochera del Potasio hasta los últimos (y casi olvidados) cotillones organizados con premios incluidos.

Miradas peligrosas escaneando las ceñidas curvas de negros vestidos recibían aquellas jóvenes deseosas de lucir sus tacones. Mientras nosotros, ahogados por noveles corbatas, asaltábamos la barra. La del Wacus, del Bataplán, del Vaya Vaya, de Los Elefantes, …

Previa a la experiencia del sistema “alquiler de bar”, demostramos nuestra capacidad de organización, destrozo y limpieza de viviendas (ahora pasto de Podemos) que gentilmente (o inconscientemente) eran cedidas por sus dueños.

Agradecimientos a Olga, a MCR y, sobre todo, a Aldo. Nocturnas andanzas las que disfrutamos entre las paredes del vetusto edificio que vigilaba la gasolinera. Por eso recupero la foto que ya recogí en su momento. Merecido recuerdo.



Pero si hay una Noche Vieja de las que ahora llamarían “top” es esa en la que todos pensamos. Aquella fiesta por la que pasaron gran parte de los conquenses que salieron esa noche. Un balcón que no se precipitó al vacío porque no se construyó en el siglo XXI y porque muchos de sus usuarios flotaban bajo las gélidas estrellas. Música, baile, carreras y juegos de escondite. Desenfreno o inmoralidad. Vicio y exaltación de la amistad. Esperado descanso para los vecinos en la mañana del nuevo año. Y cara de cartón en la tarde del día siguiente cuando vimos aparecer por la puerta a su sorprendido dueño. “Marcharos” dijo débilmente mientras los demás lo mirábamos con escoba y fregona en mano sobre aquel pegajoso suelo. ¡Qué demostración de resignación fraternal! Nunca llegamos a recompensarselo.

El efecto 2000 nos trajo otras formas de pasas las nocheviejas. Más familiares, rodeadas de biberones y espectáculos televisivos. Pronto nuestros hijos cogerán el relevo y podremos revivir aquellas jaranas.

Por lo pronto el 2014 se nos va como vino, pasando la hoja de un calendario.