viernes, 12 de agosto de 2022

117.- KIT ACAMPADAS

Desde hace años se ha incrementado la pasión por conocer la naturaleza y tras el maldito confinamiento provocado por la pandemia, más todavía.

Mucho urbanita ha descubierto que existen ríos limpios, paisajes como los fondos de pantalla de su PC, animales silvestres que no necesitan protección, sonidos melódicos no extridentes además de olores frescos y aromáticos. Nosotros convivíamos con todo ello, sin valorarlo como lo merecía. 

Bajo cualquier inclemencia meteorológica nos trasladábamos como podíamos hasta el monte. A dedo, en coches "prestados" o en la furgoneta que nos dejaba en las Majadas. De ahí caminábamos por asfaltos parcheados sin pintar, o por caminos de zahorra decorados por restos que el ganado depositaban a su paso. Sobre nuestras espaldas cargábamos mochilas repletas de enseres y productos nada seleccionados. Nuestros cuerpos cubiertos de ropa y atuendos de lo más variopinto.

He intentado resumir, en un primera entrega, unos cuadros comparativos estos elementos que nos acompañaban en aquellas jornadas bajo las estrellas. 


Seguiremos en otro capítulo con accesorios menores, comidas o bebidas. Admito sugerencias.


sábado, 23 de julio de 2022

116.- NIÑOS DEL FUTURO

 

En la piscina, un niño se acerca corriendo hacia el socorrista levantando los brazos. Tendrá cinco o seis años. Como era de esperar, llama su atención y la de los bañistas cercanos. Al ponerse a su lado le dice sofocado: “¡socorrista, socorrista, hay un niño comiendo!”. Una leve sonrisa acompañada de un leve movimiento de cabeza le sirve de respuesta al del bañador rojo. A continuación, el chiquillo señala en dirección a unos setos que hay tras unas hamacas vacías. Un par de segundos después asoma la cabeza de un niño de la misma edad, de raza negra, con gafas de pasta azules y unos rizos imposibles, chupando una piruleta. Mientras tanto, el delator grita “ahí, ahí”. El infractor, sorprendido y descubierto, contesta: “me la ha dado él”.
Han pasado varios días y todavía me río recordando la escena. Tres actores en juego con tres personalidades distintas. La experiencia frente a la inocencia. La picardía contra la vergüenza. La verdad contra la mentira. 

Es lo que la vivimos día a día. El chaval acusador se amparaba en la norma, en ese cartel colocado junto a las duchas que dice “prohibido comer y beber en el recinto”. Lo que él escondía era su complicidad en el acto. Tras ser desenmascarado por su compañero y amigo (y quizás, rival tras su traición) fue absuelto por el juez de la piscina, con lo que volvieron a jugar como si no hubiera ocurrido nada. 

Cuando la piscina es la escena política, un rascacielos empresarial, o un plató de televisión, podremos identificar a estos personajes con nombres y apellidos. 



La anécdota es divertida, además de cierta, pero durante días pienso si ese niño se afiliará a unas jóvenes generaciones de algún partido y marcará el devenir de nuestra jubilación. Camino lleva. Valores políticos no le faltan, pero espero que al menos le dé por ser programador de sistemas operativos. 

Y sí, el chico era negro, como podía haber sido rubio o con pecas. Y llevaba gafas, como podría haber lucido algún pendiente. Y además era niño, aunque podría haber sido niña o niñe.

jueves, 19 de mayo de 2022

115 - TE

Algunas tardes de verano nos acercábamos desde el pueblo hasta las fuentes más próximas a merendar. Mi padre conocía bien el terreno, y antes de comernos la tortilla y los bocadillos de jamón buscábamos té en las zonas húmedas o entre las rocas. Té de río, de menta y de risca. Ya no queda tanto como había por entonces. Y no será porque la gente se lo lleva, porque la mayoría ni lo conoce.





Pero no os voy a hablar de ese “té”, sino de la “te” como letra del alfabeto. “T” de test, de tuit o de titular. En un mensaje de móvil recibí esta información: “el castellano tiene casi trescientas mil palabras. El Quijote contiene más de veintidós mil. Un profesional español utiliza unas tres mil. Los jóvenes del siglo XXI se comunican con apenas trescientas y, eso sí, con otros treinta emoticonos”. Hace bien poco lo pude comprobar cuando mi hija se mofó de mí porque escribía con palabras completas y colocaba el punto y final al terminar mis frases en guasap. 

Test. Quién sabe si estos formularios, tan celebrados en exámenes pioneros de nuestra época, mermaron nuestra capacidad de expresión. Las contestaciones escuetas o aleatorias nos podían catapultar a otro nivel de escolarización. De este modo comenzábamos a modificar nuestras técnicas de estudio y esquematizar los contenidos a asimilar. El Sumerio era muy aficionado a esos guiones-esquemas. 

Titular. El arte de concentrar una noticia se plasma en una sola frase o palabra para que llame nuestra atención, y no es sencillo de conseguir. Lo que antes usaban los periodistas ahora lo fomenta cualquier persona pública, pero ya en esta fase asumimos que los comentarios de texto han decaído tanto como el hábitat del té de río. Una receta de fabada asturiana me cayó en la selectividad como comentario de texto para analizar y desarrollar. Ahora se podría contestar: “Lo siento, no puedo. Soy vegetariano”. Y aquí avanzamos un escalón más hacia los mensajes polémicos en redes sociales. 

Tweet = tuit. Parece paradójico que un texto se rija mediante cifras. La limitación de caracteres, osea, el conteo de letras, es el criterio para poder expresar una idea, argumento o defensa. Este campo de batalla lo tenemos perdido frente a los jóvenes. Ellos están más preparados para contestar, insultar y desprestigiar al oponente. Incluso los políticos buscan ese ansiado titular mediante frases tweet. Cantamañanas que buscan notoriedad poniendo en práctica su falta de educación son los, además, los más conocidos. No imagino a Fraga tuiteando. Es más, tendría imposible finalizar su exposición en tan solo un centenar de letras. Vamos, ni a Coronardi tampoco.




Platero es feo y débil como yo”. Así empezaba mi compañero de pupitre el comentario de texto que nos mandó como tarea nuestra profesora de literatura, tía de un conocido llamado Pitiu. Podría resultar un tuit perfecto, pero era el comienzo del desarrollo que “Triaquis” había decidido utilizar para dar su opinión sobre la vida y muerte del pollino del afamado escritor. 
Sí. Yo sé que, a la caída de la tarde, cuando, entre las oropéndolas y los azahares, llego, lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla tu muerte, tú, Platero, feliz en tu prado de rosas eternas, me verás detenerme ante los lirios amarillos que ha brotado tu descompuesto corazón.” Trescientos dos caracteres. Las restrictivas normas de la aplicación del pajarito azul no nos dejarían disfrutar de este fragmento tan bello con la que finaliza el libro. 

Pdta: os dejo un enlace para ampliar información acerca de nuestro té: https://www.purasierra.com

domingo, 27 de marzo de 2022

114.- LA MEMORIA

 

Hace unos días mi teléfono móvil sufrió un accidente que le dejó en coma. Sin él, perdí contactos, fotos, datos y, entonces, me di cuenta de que también había perdido memoria, pero de la mía. Una lástima, porque en una libreta guardaba anotaciones de nuevos temas que me permitirían continuar alimentando este blog. Apenas me acuerdo de dos o tres de ellos, así que deberé escudriñar entre el laberinto de mis neuronas hasta encontrar alguno más. Desgraciadamente, la facilidad de acceso a la información está mermando nuestras posibilidades funcionales. 

Mientras uno va sumando años se va dando cuenta del proceso de desgaste natural de nuestro cuerpo. Primero, la vista. Luego las articulaciones. Después … cada cual verá su propia evolución, pero la pérdida de memoria casi no se nota, va gota a gota. ¡Qué sabio consejo el de D. Francisco al insistir en anotarlo todo en un cuadernillo o agenda de bolsillo! Durante más de treinta años le desobedecí (bueno, confieso que alguna tontería que otra he ido apuntando, je je je). Todavía lo hago, pero voy a tener que echar mano de algún recurso para controlar esos deslices. Quizás imite a un amigo mío que utiliza parte de su mano para “tatuarse” con bolígrafo esos nombres, números o datos que no desea olvidar. 

Mi hija me pregunta regularmente sobre eventos en mi juventud. Acaba de cumplir la mayoría de edad y, en su afán de comparar si lo que está viviendo es similar a lo disfrutado en nuestra adolescencia, he descubierto que muchas de las primeras situaciones de la vida se me han borrado. ¿Alguno de vosotros sabe dónde o con quién se tomó su primera cerveza? ¿Era de noche el momento en el que os dieron el primer beso? ¿Estabais nerviosos la tarde que os pusisteis la túnica para sacar el primer banzo? ¿Llovía el día que os examinasteis del carnet de conducir? ¿Cuál fue la primera película que viste en el cine?

El cerebro es tan caprichoso que en ocasiones nos saca de su baúl detalles estúpidos o intrascendentes que ocurrieron hace décadas. Anécdotas que, a base de contarlas y recrearlas, se han anclado en algún lugar de la cabeza y se mantienen ahí esperando a salir de nuevo al ruedo. 

Un joven indio consigue ganar un concurso millonario en una película gracias a que muchas de las respuestas las vivió personalmente en su infancia. Podía sucedernos a nosotros también. ¿Quién presentaba junto a Ana Obregón y Pedro Ruiz el programa que dirigía este último? ¿En qué año se celebró el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN? ¿Quién metió dos goles en la prórroga el día que el Real Madrid remontó al Inter de Milán un 3-1? ¿Cómo se llamaba la vaca “domesticada” que corría las calles de Cuenca en San Mateo? ¿En qué recinto apuñalaron a un chaval en un concierto de Scorpions en Madrid? Y ya, para los premios gordos: ¿En qué año se realizó la última restauración de La Anunciación de Fra Angélico? ¿Quién dirigió la película Malaventura? ¿Qué novela de Manuel Moyano quedó finalista del Premio Herralde? 

Preguntas que podría contestar quien ha estado con Coll en un camerino de televisión, se ha manifestado en un mitin de Felipe González, ha disfrutado viendo a Santillana correr celebrando goles perseguido por Juanito o Camacho, ha corrido delante de la vaca Marisol, ha tarareado el Still loving you en el campo del Vallecas, ha visto como retocaban el pan de oro de la Virgen María en el Museo del Prado, ha participado como figurante en la película de Gutiérrez Aragón o ha saludado a su autor en la presentación del libro del Imperio de Yegorov.



Aprovecharé mis paseos para abrir la trampilla de los recuerdos a ver si cae algún asunto perdido. Muchos de ellos emergían al mismo tiempo que caminaba escuchando música. Anoto: “fuentes, bares (El Perú, el Pelusa,…), las canadienses, los oficios artesanales” … Espero que conforme vaya desarrollando temas regresen a mi memoria los que se perdieron en el fondo de un wáter químico colocado en una parcela de la huerta murciana.

jueves, 13 de enero de 2022

113.- ESCALERAS

En la ciudad donde vivo es difícil encontrarse con algún tramo. No así en la que me vio nacer. Allí las hay por cualquier barrio. 

Mis primeros pasos se gestaron en las inmediaciones de las del Hospital de Santiago. Por ellas ascendía al colegio que me enseñó a leer y conocí a mi primer gran amigo (si, ese que de pequeño me tiró al pilón helado de la fuente de colores y ahora me prepara excelentes guisos en su casa mientras vemos perder a su equipo). Yo vivía en una casa lindera a esa escalinata cuya configuración permitía que la subida fuera más llevadera, ya que estaba dividida en tres sectores. Uno de ellos, el central, sobre el refugio construido durante la guerra, algo más ancho que los que tenía a ambos lados. De este modo se disfrutaba de, al menos, seis descansillos en los que recuperar el aliento. Los peldaños de la de mi edificio eran de madera, de esos que al pisar crujen como los camarotes de los piratas. La baranda suavizada por el desgaste del uso manual era ideal para bajar cabalgando sobre ella, aunque mis padres solo me dejaran hacerlo en el tramo final que llegaba hasta el portal. 



Pero como decía al inicio, Cuenca está repleta de escaleras que suben. A la Plaza Mayor, a los Moralejos, a los Tiradores o a la Paz. Sin embargo hay otras que bajan. A las Angustias, a las Quinientas o al polideportivo. En el primer grupo destacan las “del Gallo”. Casi siempre señalan el preludio de una jornada de alegría o diversión. Bien para disfrutar de alguna reunión de amigos, para sentir los sonidos que transmite la Semana Santa o para buscar un hueco donde tomar un botellín entre la muchedumbre que huye de la vaca enmaromada. Del segundo, recuerdo el barro que acumulaban las suelas de las zapatillas que bajaban a realizar deporte o a entretenerse viéndolo practicar por otros. No sé por qué, pero siempre las asocio a un firme mojado. Quizás húmedo por la cercanía al río, por la sombra de los pinos replantados o porque así se ha almacenado mi memoria.

En tantas ocasiones hemos tenido que disponer de ellas que, ya de chiquillos, se adquirían habilidades para bajarlas, resbalando de tal manera que no existía transición entre un escalón y otro, como si lleváramos un monopatín incorporado en la planta de los pies. De eso deben saber mucho las del instituto Alfonso VIII, tanto las interiores, como las exteriores. ¡Así tenían los cantos, redondeados de tanto roce!

Los hippies y punkies se disputaron cronológicamente parcelas de la escalinata de la Catedral, que también se afianzaron como zona de confort de los jóvenes de los setenta y los ochenta. La piedra que reviste su piso acunaba las primeras litronas que aparecieron por la ciudad. 

Pero la capital del reino tampoco es ajena a este elemento arquitectónico, aunque su mecanización facilita mucho el descanso de las piernas. Aun así recuerdo tramos eternos de bajada al metro que más bien parecía el descenso a los infiernos. Si el tiempo apremiaba, el mecanismo automático era sustituido por el muscular y, ahí, los conquenses ya contábamos con ventaja. Tanta tenemos que todavía esperamos con paciencia que nos instalen las prometidas eternamente en alguna zona del casco viejo. (Ya lo comenté hace años: http://asturislandia.blogspot.com/2013/01/escaleras-al-cielo.html)


Hace algo más de un año sufrí una caída por el hueco de las de mi casa del pueblo. La suerte o el arcángel Miguel se aliaron conmigo y afortunadamente aquí os estoy contando estas historietas. Desconozco si el vecino de otro amigo mío todavía puede escuchar el sonido del tren después del susto que le sorprendió cuando bajaba de su casa hace más de treinta años, o cogió un escalera al cielo.