jueves, 21 de mayo de 2020

103.- BUENAS NOCHES

Cuando teníamos apenas nueve años vivimos la muerte del caudillo, del dictador, del generalísimo o como diablos se le tenga que llamar.

Esa edad tenía mi padre cuando comenzó la puñetera guerra. Poco antes de partir hacia lo desconocido escribió sobre un libro en blanco sus memorias de juventud. Muchas de ellas condicionadas por los acontecimientos que afectaban a su pueblo y a su gente. Entre sus párrafos destaca una frase subrayada “¡Qué recuerdo más desagradable!”. Con todo eso, y teniendo sus tendencias políticas (para no tenerlas después de lo que tuvo que vivir), nunca nos inculcó rencor ni odio. Fue un padre más de la transición, como los políticos que nos representaron en los ochenta y que tantos elogios recibieron (ahora vilipendiados por jóvenes sin escrúpulos o sin formación).

Hoy, paseando, me he cruzado con un niño que tendría esos mismos años. Jugaba con dos hojas de morera, grandes y carnosas. Alzaba los brazos al compás que movía la cabeza, como si quisera perfilar la estela de un avión. Mientras seguía caminando me he preguntado “¿a quién descubrirá de adversario dentro de pocos años? “.
Nosotros crecimos sin esa sensación de tener que discutir permanentemente contra un vegano, un taurino, un vecino de comunidad autónoma o una niña. Simplemente nos divertíamos y vivíamos intensamente el momento. Acaso algún rifirrafe con el rival deportivo con el que compartías cerveza para el ver el partido. Siempre ha existido la diversidad de pensamiento y de ideales, pero las disputas políticas quedaban en el parlamento. ¿Para qué complicaciones? Eso, ahora, lamentablemente no es así. Quizás sea culpa nuestra por haberlo dejardo pasar, quizás porque alguien esté muy interesado en crear y mantener este clima de crispación. De lo que estoy seguro es que esta situación no es nada halagüeña y que nosotros podemos aportar algo positivo a todo esto: no fomentarlo entre nuestros descendientes. Ellos finalmente decidirán su destino cuando sean mayores, pero no debemos influirles y, sobre todo, alentarles a moldear un carácter “anti lo que sea”. Difícil tarea cuando estamos navegando en un buque sin timón y con las olas golpeando incesablemente el casco, al tiempo que el pasaje presagia un naufragio del que hay que salvarse, aunque sea a costa del prójimo con el que no hace mucho estuviste tomando una copa en el bar de la cubierta.




Cuentan que Pio Baroja decía que “el territorio nacional se divide en dos campos enemigos irreconciliables, sin que sirvan para aplacarlos y llevarlos a un ambiente de tolerancia las voces de algunas personas sensatas.” Un siglo después seguimos igual. Será otro ciclo paralelo a la pandemia o un torbellino de desplantes y exabruptos que nos atizan como un boomerang.

Es el texto más triste que he subido desde que abrí este blog. Ni la pérdida de grandes amigos o familiares me animó a divulgar la sensación de agotamiento y desesperanza que me produce leer a diario la prensa, escuchar las noticias y ver el comportamiento de algunos inciudadanos.

Buenas noches, y buena suerte. Precioso objetivo de una (ya desdichada) frase que repitió en un debate, emulando al periodista americano, aquel sujeto con el que se inició todo este ring. Seguro que su fondo guardaba una intención distinta al resultado obtenido.

lunes, 4 de mayo de 2020

102.- EL TRANSISTOR

Cincuenta y pico días de confinamiento. Nunca pensé que tendría un salvoconducto personal para viajar. Me he sentido como un espía de la Alemania oriental tras el telón de acero.

También he descubierto las opciones culinarias que ofrece el horno de mi cocina, los beneficios sociales de los operadores telefónicos, la congoja que se acumula al ver pasar una primavera sin Semana Santa, la tristeza que invade los rostros de los compradores mientras guardan cola para pasar por caja, y lo largo que se hace un fin de semana sin fútbol.

Pero también me he reencontrado con la magia de la radio, una compañera ejemplar a cualquier hora del día. Alsina la homenajeó hace unos días y me hizo recordar mis tardes juveniles, mis noches universitarias y mi soledad laboral en soltería. El proceso de desbroce entre el escalafón de mitos radiofónicos ha dado como resultado mi particular catálogo. Comencemos.

 “Bajo la sensación del cloroformo, me hacen temblar con alarido interno, ….” Quizás los lectores de Valle-Inclán reconozcan el soneto. Yo lo memoricé escuchando “Rosa de Sanatorio”, en Radio 3, por permanente consejo de mi amigo Pablo. Tamboriles y dulzaina iniciaban este peculiar programa que ofrecía buena música intecalada con obscenos relatos y reflexiones delirantes.
Disfruté mucho del programa nocturno que me ayudó a amar el cine pese a seguir sin comprender lo incompresible. Han pasado 35 años y continúo sin entender la simbología del famoso monolito. Y mira que Pumares ponía todo su empeño. ¡Qué genio gastaba! Emisiones muy tardías, porque delante hablaba Supergarcía, aunque yo fui de los que me había mudado a de la Morena.

La colección de los mejores humoristas del panorama de los ochenta se juntaba en el Debate sobre eel Estado de la Nación de Protagonistas. Del Olmo intentaba poner orden en aquél dislate de opiniones, en el que para mí, la figura principal era el maestro del levante español y compañero de viaje del bajito conquense: el gran Tip. Al igual que todavía mantengo en mi memoria párrafos completos de otros genios del humor como Gila o Les Luthiers, no puedo olvidar la anécdota que contó acaecida en una taberna de su ciudad natal. La respuesta que el beodo cliente le dio a Don Federico todavía la utilizo como coletilla cuando la causa está casi perdida mientras mis compañeros de batalla me miran con perplejidad.



Casi inexistentes escuchas de la emisora local me trasladan a la tardes de música del momento. Las dedicatorias ñoñas de oyentes enamorados precedían las canciones elegidas hacia su ser querido, acompañadas de la sosegada y grave voz del inconfundible J.M.M. Musso.
Mejor música se emitía en la Cadena del Vater. Ahí conocí al incasable Pirata y en su dial escuché por primera vez Días de Escuela, la canción que siempre nos evocará a nuestros primeros años entre pupitres.

Imagino que muchos estaréis echando de menos a Radio Bigarda. En mi defensa debo recordaos que ya le dedicamos en su día un especial en el artículo nº 14 de este blog (http://asturislandia.blogspot.com/2013/02/radio-bigarda.html).