viernes, 16 de enero de 2015

62.- DELITOS PRESCRITOS

Corrupción, prevaricación, cohecho….conceptos habituales en los noticieros diarios. Una especialización al por mayor de lo que siempre se ha llamado ROBAR. Verbo, y a la vez pecado, que todo el mundo ha cometido en algún momento de su vida. Unos lo tendrán que declarar o negar ante el de la toga, mientras otros lo confesábamos, a veces, tras una pequeña celosía de madera.

El azúcar, como primer vicio del niño, se convirtió en el causante de los hurtos iniciales. Petacas de crema, rollos de nata, palmeras y todo tipo de repostería era sustraída de los expositores conquenses. Pequeñas pandillas de chavales que los viernes por la tarde comenzaban a gastar su tiempo libre por la calles de la ciudad.

Las hormonas de la juventud sustituyeron la avidez azucarada por las desconocidas curvas impresas. Voluptuosas mujeres que exponían sus encantos ante fotógrafos que veían truncado su trabajo por la alargada tira negra del editor. El Lib, Private, o Climax sirvieron de enciclopedias eróticas antes de realizar las prácticas. Revistas que colgaban suspendidas de unas cuerdas hasta que eran sustraídas, aun a consta de que su raptor se tumbara en plena acera del centro de la capital.



El callejeo de los viernes derivó en la búsqueda y captura de inconscientes camiones de bebida que se paraban en los semáforos. Las botellas de Coca-Cola misteriosamente volaban de sus cajas cuando el transportista soltaba el freno. Incluso la fruta para las zurras eran objetivo y blanco de nuestras andanzas.

Y pasada la pubertad, el cuerpo pide fiesta. Unas cervezas para acompañarla no vienen mal, sobre todo si un camión aparcado junto al parque del Carrero las ofrece gratis. ¡Hasta calientes estaban buenas!



En fin, raterillos de poca monta, que sobre todo no perjudicaban a nadie. Ladronzuelos que ponían en juego su honor expuestos a ser sorprendidos por los afectados y que en ocasiones finalizaban de sonrojante manera.