martes, 25 de febrero de 2014

47.- GOLPE FALLIDO

Mientras los españoles hablan sobre lo que pudo ocurrir en el Congreso de los Diputados aquel 23 de febrero, nadie ha investigado lo que sucedió en un aula del Instituto Alfonso VIII de Cuenca el mismo día del año 1982.

Se disponía la profesora de idiomas, osea de ingles,  a explicar alguna forma gramatical de esa lengua tan pastosa, cuando de entre los pupitres se alzó un alumno de nombre desconocido (ya que las autoridades no pueden desvelar su identidad hasta que no transcurran 50 años) portando un aterrador fusil de juguete mientras gritaba: "al suelo todo el mundo". El resto de compañeros, asustados o descojonados por la violencia del momento quedaron absortos. Malihé, que así se llamaba la buena y tierna docente, quedó callada por unos instantes, y mirándolo fijamente contestó: "fuera de clase".
No recuerdo bien si llegó a acompañarle en su castigo otro amigo, incitador de aquella farsa, de pelo moreno y duro como un alambre.


Afortunadamente el incidente se resolvió sin heridos y sin que fuera necesario el uso de fuerzas de orden público. El autor de aquella pantomima confesó años después a una prestigiosa emisora de radio que se adelantó en el tiempo, ya que su intención hubiera sido derrocar a la Potaja como sucesora en el cargo. ¡Mala elección!

domingo, 16 de febrero de 2014

46.- DE CAÑAS (2)

Recuerdo el local cuando todavía servía de trastero familiar.
En ocasiones se transformaba en taller especializado en la elaboración de tambores de turbas. Rodeado de pieles colgadas como jamones, Papá Oso y sus colaboradores (ahora llamados emprendedores) daban forma a las cubas y tensaban los pellejos hasta conseguir el toque adecuado.
Otrora nos serviría de bodega, bien como espacio de mezcla de condumios para fabricar zurra, o para envasar el resoli (cogiendo el relevo de la cochera del Grifo) que nos calentara la madrugada el Viernes Santo.
Incluso nos albergó una Noche Vieja, decorada con un viejo sofá y un radiocasete de "alta fidelidad" donde escuchábamos cualquier cosa menos Mecano.
Pero la bestia deseó convertirse en bella, y pasó a denominarse "Bar Zaida". Mi pequeña contribución a la realización de aquel proyecto, se plamó en el diseño de un logotipo que al cabo de 25 años todavía permanece visible en la acera de Princesa Zaida.



Luego vinieron las manos de cañas, los bocatas, los cafeses, los cubatas y hasta los vasitos de aceite que algunos valientes tomaban para regular la ingesta posterior. ¡Aquellas tertulias en la terraza en las frescas noches de verano! Eternas partidas de cubilete y sufridas partidas de mus. No olvido (como recordó su gerente en algún comentario de temas anteriores) la versión del "cubilete hijoputa" en la que los participantes bebían un chupito de cerveza o cubata de un "coscorrón", previo golpeó seco contra la barra y posteriormente tragado en sus burbujas, mientras el perdedor los observaba con envidia o quizás con alivio.