domingo, 16 de julio de 2023

121.- MARCIANITOS

Quien llevaba en el bolsillo una moneda de cinco duros tenía asegurado el disfrute de unos minutos de ocio emocionantes, que, con suerte y algo de habilidad, podían convertirse en horas. Conforme caía la moneda por la ranura comenzaba a iluminarse la pantalla y a escucharse los sonidos inconfundibles de la Pinboll. “Bronco” era mi preferida. Colocada en una esquina del originario bar La Amistad me sedujo antes que cualquier jovencita. Cierto es que nunca se me dio demasiado bien. Para mejorar mi destreza tenía de maestros a dos hermanos rubios hábiles con los mandos y el uso del golpeo lateral. Tan sutiles que no provocaban falta y el consiguiente bloqueo de la partida. 




El desaparecido bar Alaska y el Tonibel también ofertaban máquinas atractivas que provocaban la parada obligada en el itinerario desde el instituto. Tras mudarse a la zona del Zaida, el Amistad se instaló junto a los recreativos que incorporaron las primeras máquinas de marcianitos, "El Carrusel". ¡Qué difícil era superar el record! Pero ahí llegaba Nacho y lo conseguía. La máquina de Alien atraía a la chavalería alrededor de tan prodigiosos jugadores. 

El Comecocos supuso una nueva revolución. La simpleza de la dinámica del juego se complicaba en la pericia para su resolución motivada por el incremento de la velocidad en las persecuciones. Ahí el Pepi era un maestro, el azote de los fantasmitos de colores del Fedi. 




Luego vinieron juegos similares instalados en nuestros propios móviles. Gratuitos y sin tener que desplazarte al local donde encontrar a los amigos. Primero “La serpiente” y luego el Tetris nos tenían ocupados mirando la pantalla. 

En fin, que la juventud ha pasado de estar apoyada calentado esquinas de las mesas de billar del Sastre observando carambolas imposibles a buscar experiencias de riesgo al aire libre, lanzándose en tirolina para cruzar la hoz del Huecar o subir la adrenalina en futuros espacios denominados como un toro del color del césped. Eso sí, reduciendo el tiempo de disfrute y multiplicando la inversión en miles de pesetas.