domingo, 29 de octubre de 2017

88.- " CUANDO LA SUERTE TE ACOMPAÑA"

Comienza el turno de colaboradores.Quisiera que no fuera el primero y último.
Abro este portal para que cualquiera pueda enviarme su opinión, manifiesto, relato o poema, siempre y cuando nos traslade hacia algún momento, olor, lugar o sentimiento.
¡Qué suerte la mía el poder compartir este texto! Os dejo con la experiencia de un grupo de jóvenes  en búsqueda de la libertad. Sin redes sociales. Sin memes. Sin ningún programa de televisión que lo retransmitiera. Ellos, el sol y la luna.
He omitido los nombres para no dejar pistas y emplazaos así a la averiguación del autor y acompañantes. Disfrutad.


"Dicen que la suerte hay que buscarla, pero también es caprichosa y aparece cuando menos te lo esperas. En este caso tuvimos mucha suerte. 
Aquella madrugada habíamos quedado en el “Carrero”, donde Pablo, previamente había concretado el viaje y nos fue ubicando uno a uno en distintos camiones que salían, creo recordar, a las seis de la madrugada hacia la sierra de Cuenca y nos dejaba en Uña. Hay que reconocer que tuvimos mucha suerte, no conozco a nadie con el don que tiene Pablo para buscar soluciones prácticas como esta, y viajar sin costarnos un duro. Fue in viaje diferente, fuera de lo habitual, pero sin duda muy divertido. Cada quince minutos cogimos cada uno nuestro camión correspondiente, VVVV, XXX, YYYY, ZZZZZ y yo.
La idea era ir desde Uña hasta el “Pozarrón” campo a través. En aquellos tiempos no había rutas señaladas y solo disponíamos de un viejo mapa y una brújula, y os aseguro, que “Indiana Jones” se queda en mantillas, de hecho, tengo que reconocer mi torpeza para la orientación, y aunque la brújula si la entiendo, aquel mapa era un auténtico jeroglífico, un mapa que no se si lo llevó Pablo o Javi, no lo recuerdo bien, pero fue nuestra suerte, nuestra pérdida y nuestro encuentro.
Era Diciembre. Comenzamos subiendo el rincón de Uña quedando encima de la piscifactoría, una subida peliaguda con mochila y ropa de abrigo, vamos, que si por poco llego. En la cumbre recuerdo que desplegamos aquel mapa, que en compañía de unos porros, nos hizo vislumbrar la ruta a seguir. Realmente yo me dejaba guiar, el efecto del hachís me desorientó por completo, incluso hoy día, aún sigo buscando el norte. Recuerdo ir el último andando, pero tuve mucha suerte, siempre me esperaban. 
Caminamos y anduvimos, subimos cerros y bajamos montañas, la brújula nos guiaba según el mapa pero nos perdimos. Sinceramente no me pilló de sorpresa, después de varias horas dando vueltas, eso sí, en el recorrido nos encontramos todo tipo de bicho viviente, desde vacas silvestres a caballos salvajes sin dueño alguno, porque no había señales de vida humana por ningún lado, y prosigo, después de pasar por paradisiacos valles, acabamos en una montaña altísima, allí nos llevó el mapa, la oxidada brújula y nuestra intuición, pero tuvimos muchísima suerte aunque nos encontrábamos totalmente perdidos.
La suerte fue encontrarnos un refugio en aquella montaña, al parecer ser de cazadores. La agilidad de uno de nosotros, obviamente no fui yo, hizo colarse por una ventana y abrir el refugio. Allí encontramos cocacolas, parrillas, camping-gas y luming-gas, y allí comimos y descansamos en las literas que estaban ataviadas con mantas de pura lana virgen, que por cierto, uno de nosotros se llevó una de estas magníficas mantas que por su abrigo y peso denotaba su calidad. A este refugio le llamamos el “maná”, fue una salvación encontrarnos aquel refugio después de una jornada ya, de más de seis horas andando. ¡Qué suerte tuvimos!
Pero nuestra meta no era esa, habíamos quedado con El Pepi en el “Pozarrón”, él nos esperaba allí. No teníamos móviles, o mejor dicho, no existían, y hacer señales de humo para decirle a Fernando que nos habíamos perdido fue imposible, como mucho llegamos hacer una O con la calada de un cigarro, las demás letras no nos salían. 
Emprendimos la ruta después de descansar en el refugio, por la tarde, y no nos dimos cuenta que en esas fechas a las seis se hace de noche. No llevábamos linternas, pero había una buena luna, así que, tuvimos mucha suerte otra vez. Y seguimos a nuestra brújula según el mapa, y andamos y andamos, y se nos hizo de noche, y el frío empezaba a meterse en los huesos, y el cansancio hacía mella, en fin, que allí estábamos los cinco en mitad de la Sierra sin saber para donde tirar hasta que la suerte volvió aparecer. Estábamos pensando ya en dormir a la intemperie, cuando uno de nosotros dijo:
 - Me ha parecido ver una chispa en el cielo. No podemos estar muy lejos del Pozarrón.
 Y otro contestó:
 - Este paisaje me suena, vamos a seguir un poco más.
Y seguimos a las chispas del cielo, la buena suerte hizo que la magia apareciera porque aquellas chispas salían de la chimenea del Pozarrón. Fernando no hizo señales de humo, hizo un fuego tan grande que nos salvó de dormir al raso estando a pocos metros del refugio. ¡Qué suerte tuvimos! 
Enseguida vimos el coche de Fernando y el Pozarrón. Habíamos llegado a la meta. Fernando nos esperaba nervioso, habíamos tardado todo un día en llegar, pero él no se rindió, no se marchó, nos esperó y nos recibió al calor de la lumbre. Pletóricos nos abrazamos como hermanos, lo habíamos conseguido. La suerte estuvo de nuestra parte.
Recuerdo cambiarme de ropa interior y de calcetines. Llevaba una camiseta de “abanderado” que se mojó del sudor y con el frío de la noche podía ser causa de una pulmonía. Los demás también se cambiaron, había sido un día muy largo y queríamos estar cómodos. Después estuvimos alrededor de la lumbre….
Como digo, la suerte hay que buscarla, pero también es caprichosa. La suerte que tengo es esta, la de tener amigos y compartir experiencias. ¡Qué suerte la mía!"