Ni de alta cuna ni con cuenta ahorro infantil en el banco. Al igual que la mayoría de la gente de mi generación nacimos y crecimos con lo justo. Lo justo para comer, lo justo para vestir, para disfrutar y para ¿viajar? Tardé algunos años en pisar la arena de una playa y conocer el mar. El avión era un medio de transporte que veíamos cruzar el cielo sobre nuestras cabezas.
Quiero rendir mi pequeño homenaje a aquellos progenitores que supieron sacar familias adelante con escasos recursos. Con madres dedicadas a meter y sacar dobladillos, coser sisas, cocinar con lo que llegaba a la despensa y fregar suelos de rodillas mientras su marido trabajaba horas sin preocuparse de si se ocultaba el sol o su patrón incumplía un convenio laboral inexistente.
Esta imagen no está sacada de la película de los Santos Inocentes. Algunos de los personajes son mis abuelos y mi padre. Aquí nació y se crió. Recibía nueces como regalo de reyes magos y se trasladaba andando mientras pisaba nieve durante 5 Km para ir al colegio.¡Dichosos recortes!
Salio de aquel humilde paraíso para trasladarse a esta otra mansión que sirvió de pequeña taberna en tiempos de postguerra. Todavía nos recuerda con humor algunas anécdotas de la época y la imaginación con la que afrontaban los problemas.
No muy lejos de allí crecía la rama materna de mi árbol genealógico. Con el mismo confort que se podía disfrutar en esos años y en esa zona tan abandonada de España.
Hace un par de veranos conseguí llegar a lo que fue su casa, en la que permanece en pie esta rústica ventana hacia el futuro.
Un enorme abrazo a todos los que sufrieron para que sus hijos y nietos consiguieran estudiar una carrera y acceder a un puesto de trabajo con el que poder formar una familia en mejores condiciones de las que ellos tuvieron. Y muy especialmente a mis padres que todavía se preocupan de que eso siga ocurriendo. ¡Gracias!
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