domingo, 16 de febrero de 2014

46.- DE CAÑAS (2)

Recuerdo el local cuando todavía servía de trastero familiar.
En ocasiones se transformaba en taller especializado en la elaboración de tambores de turbas. Rodeado de pieles colgadas como jamones, Papá Oso y sus colaboradores (ahora llamados emprendedores) daban forma a las cubas y tensaban los pellejos hasta conseguir el toque adecuado.
Otrora nos serviría de bodega, bien como espacio de mezcla de condumios para fabricar zurra, o para envasar el resoli (cogiendo el relevo de la cochera del Grifo) que nos calentara la madrugada el Viernes Santo.
Incluso nos albergó una Noche Vieja, decorada con un viejo sofá y un radiocasete de "alta fidelidad" donde escuchábamos cualquier cosa menos Mecano.
Pero la bestia deseó convertirse en bella, y pasó a denominarse "Bar Zaida". Mi pequeña contribución a la realización de aquel proyecto, se plamó en el diseño de un logotipo que al cabo de 25 años todavía permanece visible en la acera de Princesa Zaida.



Luego vinieron las manos de cañas, los bocatas, los cafeses, los cubatas y hasta los vasitos de aceite que algunos valientes tomaban para regular la ingesta posterior. ¡Aquellas tertulias en la terraza en las frescas noches de verano! Eternas partidas de cubilete y sufridas partidas de mus. No olvido (como recordó su gerente en algún comentario de temas anteriores) la versión del "cubilete hijoputa" en la que los participantes bebían un chupito de cerveza o cubata de un "coscorrón", previo golpeó seco contra la barra y posteriormente tragado en sus burbujas, mientras el perdedor los observaba con envidia o quizás con alivio.


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