Aunque el origen de su celebración (según leo) es confuso, yo me apunto a seguir quemando.
Bien sea cartón, madera o trapos viejos.
Tengo vagos recuerdos de mi infancia. De tardes en las que los amigos del barrio buscábamos material combustible en los “oscuros terrenos” de la Estación, más allá del aparcamiento, lo que ahora está detrás del Mercadona y la “U”. En ocasiones ardía bajo nuestro control y en otra contribuía a engordar la hoguera del barrio de la Paz.
Es cierto que se ha perdido la tradición, y con ello las patatas asadas y las rondas con las botas de vino. Pero esto lo cuentan mejor en estos enlaces. Los dos primeros del incansable “Chicuelito” y el tercero publicado hoy en el diario local digital.
Hoguera preparada por la Hdad de la Vera Cruz
El día de hoy también me ha proporcionado una satisfacción personal. Alguien superior (en escalafón) a mí, ha perdido su condición. Y como dice el refrán “ a todo cerdo le llega….” Aplíquense el cuento todos los que luego vengan. Sus puestos son temporales, algunos más durareros que otros, pero inexorablemente caducos. Aviso también al resto de navegantes políticos que andan frotándose las manos.
“La hoguera” de Javier Krahe les puede servir de anticipo:
Es un asunto muy delicado
el
de la pena capital,
porque además del condenado,
juega el gusto de cada cual.
Empalamiento, lapidamiento,
inmersión, crucifixión,
desuello, descuartizamiento,
todas son dignas de admiración.
Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.
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