¿Quién ha olvidado aquellos agostos en los que hicimos del Horcajo nuestro hogar?
Un lugar donde descansar de las andanzas nocturnas mientras duraban las fiestas en honor a la Virgen de Belén. Donde interpretar, como veteranos, el arte de subsistir durante una semana con la comida y dinero previstos para tan solo tres días, ¡y con la misma ropa! ¡Qué gratificante ( y curioso) momento en el que, por parejas y tríos, permitieron ducharnos en casa de los propietarios del robusto Comando!
Sucedió por entonces que alguien, por subirse a los árboles, se ganó un mote de por vida. No hace mucho, este mismo zagal escribió unos versos recordando aquellas vivencias de los que os pongo un extracto:
La Frontera, luna llena
La Cipri en la verbena, y Argimiro en su bodega
Un morreo a la primera, ¡ y una cabra y una cuerda!
Unos vasitos de vino, y en vez de agua, aguardiente
y el "Play de Game" en la frente.
1 comentario:
En el Horcajo de abajo
amanecía con mas frío
que el carajo.
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