sábado, 5 de octubre de 2013

32. CUBILETE

“Tres pitos sin mirar”.Y desde ese momento comienza un periodo de varios minutos en los que los amigos no lo son tanto, las verdades son escasas y los errores en el juego pueden generar en el infractor un castigo implacable. Una pena disciplinaria, económica e incluso existencial.

El terreno de combate es sencillo. Unos metros lineales de barra de bar, o en el mejor de los casos, algún metro cuadrado de mesa. Deberá acumularse mucha espuma de cerveza sobre su superficie para tener que suspender momentáneamente la partida. Grandiosos estadios como el Fidel, el Zaida, el Viñas, el Burrillo, el Dulcinea o el Vaya Vaya han acogido partidas memorables. 

Muchas piezas del juego acumulan en su piel las huellas digitales de cientos de obreros, damas o estudiantes. Horas de sociedades taberneras compartiendo risas, insultos y tragos de cerveza.  

El sistema de tanteo provoca entre los jugadores la primera de las disputas dialécticas, que se resuelve obedeciendo la voluntad de la tirada más alta. A partir de aquí, un palillo, un simple mondadientes, se convierte en un elemento básico para el desarrollo del juego. La destreza en conseguir no apuntarse ninguno de ellos otorgará al jugador el orgullo de salir por la puerta del bar habiéndose tomado unas cañas gratis. Versiones más avanzadas nos daban la oportunidad de apuntarnos dicho palillo con tal de no beber esa ronda.



Sus diferentes variantes dependerán del número de dados, del número de cubiletes y del sistema de puntuación. Una vez iniciada la partida la suerte, la veteranía o la presión ambiental alimentarán los deseos de revancha que pueden llevar al perdedor a ser humillado verbalmente durante parte del día. Siempre le quedarán “las cabras” para poder resarcirse de su fracaso.

Pero sin duda, además del bebercio apostado, el mejor premio es el de compartir un momento, tenso o divertido, con un grupo de colegas que intentarán hacerte la puñeta, pero al fin y al cabo compañeros de un simple juego de amistad.

1 comentario:

julio dijo...

Y como vamos a olvidar la versión del clásico cubilete, la llamada cubilete hijoputa, en la que todos los participantes bebían un chupito de cerveza, de cubata o de un "coscorrón", osease, un mini gintonic, golpeado en la barra del bar y tragado en plena efervescencia excepto el que ganaba la mano. Resultado, melopeas históricas. Hala majos, un saludo.