No se si el tiempo que ha trascurrido desde que nos juntábamos en su terraza en las frescas noches de verano o frente a su chimenea a jugar al cubilete, es el suficiente para demostrarnos, una vez más, que el minutero no para. Que lo que había, ya no está o es de otra manera. Aquello que se veía tan lejano cuando nuestros padres y abuelos nos hablaban de determinados sitios o gentes que tuvieron sus tiempos de gloria, nos está sucediendo ahora. Pero es bueno recordarlo, y para eso estoy aquí dando la lata.
¿Cuantos botellines se habrá tomado el Pepi en la esquinilla de la barra bajo la escalera?
Esta foto es la demostración del ocaso del último de una serie de garitos que perdurarán en nuestro álbum. De la tapicería de cuadros de las Tortugas, de los viejos y estridentes Clásicos, o de la estrechez de los Bohemios y del Bacus.
Desconozco el nuevo uso de la edificación, posiblemente una vivienda particular, un alojamiento rural, o incluso una tienda de cerámica, pero para nosotros siempre será así:
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